A propósito de esta sabrosa discusión, ya en curso, sobre la educación, la autonomía los decretos y las leyes, creo que es necesario establecer criterios y conceptos de base, es decir valores, a partir de los cuales se teja la discusión para evitar su derivación hacia el espectáculo puramente político.
La tradición educativa formal está ahora en grave crisis y necesidad de cambio. Asocia educación a educación formal y ésta a educación escolarizada, es decir la que se produce en escuelas y salones de clase. La educación formal es necesaria, pero sabemos que la mayor parte de los aprendizajes se logran más allá de las aulas de clase.
De manera similar, y por escaso manejo de las teorías de los aprendizajes y de la comunicación, se asocia aprendizaje con información. Es decir que el aprendizaje es consecuencia de informar, de emitir informaciones claras y bien organizadas.
Una información no es otra cosa que una comunicación que incluye origen y oportunidad de lo que se comunica, es decir datación de lo comunicado.
La información (como la experiencia) es conveniente para que se produzcan aprendizajes, pero ello no es suficiente. Muy pocas informaciones o comunicaciones se transforman en aprendizajes. Para que ello ocurra, ahora sabemos, debe realizarse lo que llamamos construcción. Construcción del aprendizaje que es un proceso de reelaboración de lo percibido mediante el cual la persona, el sujeto, ubica lo que recibe dentro de lo que ya tiene, de su acervo, decimos, para darle sentido o, más precisamente, significado.
Estos procesos, que pueden ser individuales, ocurren mucho mejor en juego social, en intercambio con otros, en grupos, cuando los participantes discuten desde su diversidad, contrastando sus ideas o comprensiones con las de los otros, buscando reafirmación. Y, mucho mejor aún, cuando hay pertinencia, motivación, interés por lo que se desempeña, percibe o informa. A esto lo podemos llamar democratización de los ambientes de aprendizaje, con la idea de que, al mismo tiempo que aprenden resolviendo problemas y discrepancias, se comprende la democracia practicándola cotidianamente.
De aquí que haya ambientes de información y ambientes de aprendizaje.
En los ambientes de información, noticias, clases y lecciones en escuelas y universidades, se emiten cosas, se oyen o ven cosas. Las más de ellas transitan por la gente sin dejar huellas mayores. Pero en la mencionada tradición escolar a la emisión de información, a las lecciones se las quiere dotar del poder mágico de transmitir aprendizajes.
Un ambiente de aprendizaje es un espacio, no necesariamente físico, generado por relaciones humanas donde se realizan interacciones, comunicaciones, que facilitan o propician los procesos constructivos de los aprendizajes. De tal manera que tales ambientes pueden darse en salones de clase y laboratorios, pero también en corredores, canchas, parques, calles, bancos, cines, teatros, estadios, playas, ambulatorios, sitios de trabajo (fábricas, talleres) y muchos otros. Lo adicional y distintivo en ellos, que los vincula a lo formal, es la intención educativa convergente a normas, procedimientos, propósitos y evaluación compartidos, acordados, institucionales, pero sin que ello congele, como ahora ocurre, la impronta y flexibilidad de esos diversos ambientes de aprendizaje.
Al discutir sobre educación hay que partir de estos niveles: preguntarse, hasta que punto hay en las escuelas y campos universitarios ambientes de aprendizaje. Y establecer en leyes y normativos enunciados que recojan estas maneras, no medievales, de comprender la educación.