Lo que aquí recogemos es buena parte del trabajo y los productos de 36 años del trabajo realizado en conjunto por los investigadores del Centro de Investigaciones TEBAS de la Universidad Central de Venezuela durante 36 años.
Se han formado investigadores, trabajado en cientos de escuelas, se han publicado y divulgado los productos y propuestas de muy diversas maneras y sus efectos los sentimos repicar en muchos ámbitos nacionales e internacionales.
Todo esto ha contado con el apoyo de nuestra universidad que nos ha suministrado locales y servicios y un bello jardín con una gran mata de mango.
No obstante, nunca se tuvo un presupuesto fijo por lo que los recursos financieros procedieron de muy variadas fuente: encargos de investigación, Consejo de Desarrollo de la UCV, asesorías, convenios con alcaldías, ministerios e instituciones oficiales y, por algunos años, aportes de la Editorial Santillana conforme a la LOCTI, ley que obligaba a las empresas privadas a patrocinar investigaciones con un porcentaje de sus ingresos brutos. Estos aportes se interrumpieron cuando esa ley fue modificada y se determinó que esos aportes deberían ser centralizados por las oficinas correspondientes del Gobierno y, por tanto, a sus sesgos ideológicos. Eso resultó un golpe muy duro, obligando a nuestros investigadores a subsistir solo con los sueldos que recibían de sus universidades.
Más allá de las circunstancias que componen la actual Crisis General en Venezuela, tenemos muchos motivos para sentirnos optimistas y contentos de vivir en esta época. Los humanos somos cada vez mejores, las guerras y violencias continúan pero, al compararlas con otras épocas, es evidente su reducción. La paz es un tema continuo, tanto como lo es la Naturaleza. Nos comunicamos muy intensamente, lo que enriquece profundamente las posibilidades de disfrutar el amor de nuestra gente, amigos y extraños y las maravillosas creaciones que se logran en todas partes en todos los campos de actividad.
No obstante la educación formal, los sistemas educativos y las escuelas no corresponden a ese optimismo y esas necesidades que de él se desprenden. Se invierten grandes sumas de recursos económicos y esfuerzos humanos, pero estos no se ven compensados por los logros de esos sistemas. Gran número de estudiantes son excluidos precozmente y muchos de los que salen no tienen los valores y competencias para incorporarse a la vida social, el trabajo, la producción y el disfrute.
Esto nos ha llevado a investigar y a proponer la necesidad de cambios profundos en la Educación, cambios que tienen una magnitud social. Son tan complejos y difíciles que no se pueden abordar y, mucho menos, realizar sin una participación y compromiso de todos.
La dirección mayor de ese cambio social es pedagógico. Tiene que ver con lo que ocurre en las aulas, que no son ambientes de aprendizaje. Tiene que ver con las relaciones sociales que se dan en ellas, que son abrumadoramente informativas, en las que se confina a los estudiantes a la pasividad. Hay, entonces, que cambiar de esta educación informativa a una formativa, asumiendo que la formación atiende al logro de valores y competencias y que ello requiere participación, interacción, ejercicio y práctica consecuente: otra pedagogía.
Como ha sido bien estudiado y argumentado, los sistemas educativos, los “aparatos” educativos como algunos los llaman, no son inocentes o neutros. Ellos portan y reproducen una Cultura.
Una cultura es un sistema de valores y competencias expresado en acciones e imaginarios. Los valores, competencias e imaginarios de los sistemas educativos son los de la Cultura Occidental.
Desde su surgimiento en la Florencia Renacentista, esa Cultura se ha ido expandiendo a casi todo el mundo, llevando en esa expansión sus valores, competencias e imaginarios, incluyendo en estos últimos sus ideologías, el socialismo, el liberalismo. Una expansión que ha tenido épocas y costos: guerras, genocidios, ecocidios, invasiones, independencias, coloniajes, imitaciones, contaminaciones, grandes creaciones en la ciencia, en la industria y la producción, el arte, el disfrute y el placer.
Al trazar y revisar la historia de Occidente, no ya como concepto geográfico o historiográfico sino más bien filosófico y antropológico, asumiendo el nombre de Cultura Occidental, llegamos a Florencia y su Renacimiento.
El siglo XX, como indicador, puede expresar el ritmo y alcance de esa expansión de la Cultura Occidental. Sus terribles guerras con la industrialización de la muerte y otros valores y competencias ya señalados y expresados en la Carta de Las Naciones Unidas y en muchos acuerdos y publicaciones de la UNESCO. Pero esa expansión, en la medida en la que llega a sus linderos, no necesariamente físicos, y como antes ocurrió con otras grandes culturas, se mestiza, se hibrida, se fusiona. Se incrementan la diversidad y ésta, como valor, crece y, con esto, las maneras de lidiar con ella, combatirla o aceptarla. En ese confuso y rico panorama no es fácil decantar los rasgos caracterizantes originales, lo que le dificulta la expresión a los nacionalismos radicales, que han emergido como violentos y costosos terrorismos. Pero la diversidad, más allá de los problemas e inconvenientes comunicacionales que crea, enriquece y profundiza la condición humana. Es gran motivo para la vida y el disfrute. Uno puede mencionar China, Japón, India, Rusia, Latinoamérica… regiones donde no es fácil precisar los linderos entre lo Occidental y lo originario o preservado. Pero hay un originario que es imprescindible como ingrediente, como componente necesario de esas fusiones que emergen y que forman parte del patrimonio humano.
En Florencia, durante los siglos XV y XVI, más que en otras ciudades de la península italiana, se maceran valores, competencias e instrumentos y una estética, una manera de imaginar y decir las cosas que continuarían expandiéndose por los principados y naciones de Europa y emigrarían, luego, a Norteamérica y luego a todo el mundo donde se van estableciendo.
Se genera una fuerza de concitación, de cohesión para la creación y el atrevimiento. Una suerte de embeleso religioso con unos sacerdotes que son los Medici. Hay, en verdad, un agotamiento del feudalismo y el creacionismo, pero no se puede decantar una causalidad
No solo son los aportes rescatados de las culturas romana o griega, sino todo el acopio de la creación humana: la pólvora, traída de China, ya se había usado en el sitio de Pisa en 1403; el papel, también de origen Chino ya se producía en España en 1150 con un uso muy incrementado por la imprenta de Gutenberg. En los florentinos se da un acervo, una confluencia corporeizada de buena parte de lo ya creado y desde el que lanzarán nuevas construcciones y creaciones y la correspondiente necesidad de ellas. Concurre todo lo que proviene de un intenso cruce de caminos, los enriquecimientos que a ese rescate de lo antiguo hicieron árabes y bizantinos, los caminos y rutas comerciales que se extendían, como hemos visto, hasta China. Las notas de libertad y legitimación de la aventura en América.
Las creaciones estéticas y los instrumentos no son inocentes, no son solo expresiones, tienen un juego dialéctico con lo social: generan y son generados y se ubican en la eticidad de los grupos. Se da un acervo, un acopio corporeizado de buena parte de lo ya creado desde el que lanzarán nuevas construcciones y creaciones y la correspondiente necesidad de ellas. Esa eticidad, ese ethos, se construye y manifiesta ¬¬–como toda cosa humana– en una sopa de intensos y complejos conflictos
Tal vez sea fácil, con una generalizada propensión novelística hacia los héroes en la historia, a centrar en los Medici, particularmente en Cósimo y en su nieto Lorenzo, el proceso florentino. Pero, ciertamente a su poder y voracidad económica y política se les agrega un genio especial para percibir que el poder y la realización humana van mucho más allá de esas formas convencionales del poder: el dinero y la política. Usan esos recursos para convocar y reunir a los mejores creadores, respetando y hasta cultivando sus frecuentemente peculiares caracteres, aceptándolos como inherentes a los genios y creadores.
Crearon bibliotecas, la Academia Platónica, espacios y escenarios con preocupados diseños arquitectónicos, los llenaron cuidadosamente con obras y colecciones de los más calificados artistas e inventores y convocaron con cierta regularidad ferias y encuentros a los que se empeñaban en traer a los creadores más calificados o afamados de otros países, respetando sus peculiaridades. Esto no era poca cosa al contrastarla con el verticalismo vaticano o feudal.
Pero el tema central no es el poder o facultades de los Medici, el tema es filosófico antropológico y no solo histórico o literario –que, por cierto, bien y a abastanza lo ha sido– es la coincidencia de esa familia y sus facultades con la convergencia de creaciones, cambios, genios, actos, instrumentos que se vehiculan hacia la emergencia de una nueva cultura, con nuevos valores, nuevas competencias y un nueva manera de imaginar. Es posible decir que en la ciudad y sus habitantes se sustantiva un acervo, un resultante corporeizado de todo lo vivido que es sumamente fértil y propicio para la construcción de nuevas realidades.
En esa conjunción se dan filósofos como Nicolás Maquiavelo y Pico de la Mirándola que sobresalen por sus actividades, militancias y obras, y participan en un ambiente de discusión y búsqueda lleno de irreverencias. Pico escribe, entre otras obras, el manifiesto sobre la dignidad humana. Maquiavelo, ese obligado e irónico manual de política que es El Príncipe. Y toman con libertad las maneras del argumento aristotélico y la disposición a la utopía de Platón.
Es un ambiente que atrae a personajes de otros países, e incluso de los no europeos. Bacon, Lutero, Calvino, Moro, Erasmo de Róterdam se enteran y participan de esas discusiones. Al punto de que Erasmo, sintiendo la importancia de lo que emerge, se instala en la península por años, dedicado a imprimir libros. Se siente y lee la creciente adopción de la razón como función y de la racionalidad como necesario fundamento de lo social y de la organización de lo percibido y pensado como la ciencia que más tarde se llamará moderna.
En esa racionalidad así conformada, con esa raigambre occidental, se cultivarán las ideologías, esas maneras de organizar ideas y argumentarlas, buscando soportes científicos: el liberalismo de Adam Smith (La riqueza de las naciones, 1776) y el comunismo de Carlos Marx (Manifiesto Comunista, 1864) que se presentan como extremos en un panorama lleno de matices y heterodoxias, eclesiastizados y necesariamente dogmatizados al llegar a los campos de confrontaciones, revoluciones y guerras.
Galileo, científico y creador de instrumentos, ve la gran importancia de llevar lo percibido a medidas. De llevar el saber a cuantificaciones, a contenidos para poder ser procesados racionalmente. Desarrolla termómetros, telescopios, sextantes, péndulos, niveles… Una contumacia que es proverbial cuando cuestiona el geocentrismo y es juzgado y confinado por un poder eclesiástico que ya siente la caducidad de sus soportes trascendentes.
Leonardo, mencionado con frecuencia y acierto como símbolo del humanismo, desborda cualquier especialidad. Pero su invención de instrumentos, esa manera de ser, contamina y se hace valor, gran referente. Se coleccionan sus creaciones y la lectura de sus difíciles escritos pareciera nunca acabar.
Gutenberg no es florentino y tal vez nunca estuvo allí, pero por ese tiempo lo hicieron sus Biblias, mostrando el inmenso poder de la imprenta, no solo para divulgar propuestas o conocimientos sino para establecer, desde la escritura, normas argumentales a la comunicación que se convertirían, luego, en las normas del lenguaje académico y escolar.
No puedo hacer el trazado, pero alguien debe haberlo hecho, de encontrar en las imágenes florentinas el origen de todo el mundo de imágenes y símbolos, de la Modernidad. Expresiones, metáforas, caras, manos, gestos, miradas, flores, querubines, soles, estrellas, victorias, derrotas, desengaños, dignidades, dolores, crueldades... Todo fue expresado con una fuerza tal que ya no podría ser desechada. Se vuelven íconos y se repitieron incluso hasta en ese mundo maravilloso de Disney que los puso en animales representando las maneras de los estadounidenses. El imaginario florentino fue, como tenía que ser, industrializado, hecho realidad y cultura.
Ese ethos de libertad, creatividad y atrevimiento que ya se había iniciado con Dante, Petrarca y Bocaccio, derriba cercas por donde se escapan las locuras bien expresadas por Leonardo, Rafael Sancio, Miguel Ángel, Brunelesqui, Botticelli. Hasta el mismo Lorenzo de Medici se mete a poeta. Se trascienden las pequeñas fronteras de Florencia, se hace manera de ser y moda para muchos.
Lo que nace en Florencia se expande como motivación, estímulo y permisividad por el resto de Europa, con mayores o menores resistencias de diferente tipo: políticas, económicas, religiosas, militares o todas ellas juntas. Los valores hacen crisis y dejan espacios para la emergencia de otros. La propiedad y el poder buscan nuevas maneras de expresarse y simbolizarse, pero la estética florentina se hace arquetipal con un uso más ostensible del poder y el dinero que el simple atesoramiento u ostentación en castillos y construcciones. Se redescubre el arte y el saber como prendas a mostrar, y a significar el poder subyacente y, detrás de eso, los sueños y aspiraciones de toda la gente.
Un acopio de valores, conocimientos, competencias, imágenes, instrumentos que es, en sí, una realidad y que tiene su fuerza. Una fuerza que expresa y a la vez conforma a sus creadores y sus grupos. Una realidad en la que el cuerpo humano aparece como una complejidad de anécdotas y atribuciones. Una estética que será reafirmada en las pretensiones por negarlo (Impresionismo, Cubismo, Abstraccionismo, Op Art, Expresionismo… en búsquedas que tienen la marca de aquello de lo cual se quiere huir (como sucede con el término “posmoderno”). Cuerpos, miradas, gestos, conflictos, pasiones, olvidos, deseos, odios, intrigas, poder y, enmarcando todo eso, una grandeza espacial arquitectónica que reúne profundidades con esbeltez, aire, sugerencias… cosas que fueron repetidas y siguen siendo repetidas.
Con esa atmósfera se irán generando los otros constituyentes de la Cultura Occidental. Al cultivo de nuevos valores y competencias se agregan: el individualismo, la creatividad, el desarrollo, la depredación y dominio de la Naturaleza, la industria y su productividad, instrumentos para la ciencia, el arte, la comunicación y la guerra, la constante medición de lo percibido para poder ser racionalizado, lo que debe aceptarse como conocimiento, amor, traición, trascendencia, dominio, paz, muerte, revolución, mercado, ciudad, ciudadanía y civilización, educación universal e institucionalizada… Es decir, insisto, los valores que están en la base de la Cultura Occidental y que se ofrecen como universales en la medida –como ha sido– de la expansión y dominio de esa cultura (Ver carta de la ONU). Es difícil encontrar algo en lo que esté ausente su huella.
La comprensión del proceso florentino y su ulterior expansión como Cultura Occidental, sus actuales fusiones, mestizajes e hibridaciones, es fundamental para abordar la Educación, sus sistemas y el sentido de sus necesarios cambios que son principalmente pedagógicos y atienden a la profundización de la Democracia llevándola a las aulas. Creando en ellas un ethos de creatividad, practicando valores que lo propicien: dignidad, participación, diversidad, solidaridad, continuidad con la Naturaleza.
Esta expansión y a la vez fusión y mestizaje toma velocidad y profundidad con lo Digital: aparecen otras formas de gobierno, interpretaciones de la Democracia, caducidad de las ideologías y la búsqueda de un nuevo ámbito de imágenes que exprese, tal vez en gran diversidad, esos mestizajes y fusiones. Los recursos digitales, a su vez, cada vez más diversos, permiten que por ellos todo pueda bajar pero también todo pueda subir. Un campo infinito de encuentros, interpretaciones y reinterpretaciones.
Lo Digital aporta al juego humano, y a esa misma expansión de la Cultura Occidental, mucha mayor fluidez y versatilidad, incrementando la velocidad y profundidad de las fusiones.
Lo digital apareció como un simple instrumento, como una técnica, como TIC. Pero en la medida en la que crece y se profundiza a la vez que crecen y se profundizan sus efectos en la gente, se evidencia esa dialéctica entre la persona y sus instrumentos. Cambios de interacción de generación compartida. Tal como no se supo a su tiempo (tal vez Erasmo se adelantó) que la imprenta de Gutenberg sería mucho más que una técnica, que incidiría en el ethos y las maneras de la racionalidad. Así está ocurriendo con lo Digital: permea la individualidad, su sensibilidad, su intimidad y con ello las maneras de percibir y relacionarse con los otros. Los tiempos y espacios cambian, la percepción de amistades y familiares. El trabajo y las maneras de hacerlo. Lo digital resulta en una suerte de sustancia muy fluida, lo que la hace ser muy difícil de contener o filtrar por lo que termina por permear todo el ethos.
Se puede decir que es tan fluida que se cuela entre los intersticios de lo medible y cuantificable. Arruina las pretensiones de Galileo de reducir la realidad a medidas. Marca así los linderos hasta dónde puede llegar la ciencia moderna. La lógica y la imaginería que se concitaron en Florencia y se afianzaron y expandieron con la imprenta, siguieron luego con la radio, el teléfono, la fotografía y el cine, la televisión y ahora lo Digital que rompe el curso de esa lógica y sus creadores y nos llena de interrogantes: ¿con una imaginería no necesariamente representativa, no necesariamente externa al cuerpo humano?, ¿los linderos de la propiedad no se disipan? ¿Lo apropiable y lo que ello genera no sería de otro orden? Al disiparse los linderos de lo poseído, ¿no será lo poseído de otra calidad que es aún difícil de establecer?
En una condición similar se coloca el dominio y el poder. El dinero ahora es cada vez más virtual, una simple señal de que yo tengo. Así ¿qué es lo acumulable? La gente dominada resulta cada vez más incómoda. El dominio de los espacios, los territorios resultan costosos y peligrosos y las guerras aparecen cada vez más raras y patológicas.
Por allí va lo Digital
Surge, entonces, una vieja pregunta: el papel de la persona, en su relación con los instrumentos: ¿quién domina a quién? No es tan difícil responderla cuando el instrumento es físicamente ostensible y externo. Pero si tiene la fluida sutileza para permearlo todo abriendo un enorme campo a la imaginación que los escritores y cineastas de la ciencia ficción han empleado.
Pero no hay que ser tremendista, el ser humano crece siempre en mayor medida que los instrumentos que crea. La persona de lo digital es muy diferente a nosotros, como nosotros lo somos del florentino de nuestra historia.
En verdad, no es posible anticiparse a valores y rasgos emergentes antes de tenerlos en volumen o permanencia suficiente para percibir su conjunto y perspectiva en el ser humano y sus grupos. Pero si podemos anticiparnos para verlos con gran optimismo: cada vez los humanos somos y seremos mejores, incluso al comprendernos en comunicación y comprensión de los otros y en continuidad con la Naturaleza. Anticiparnos tiene que ver con valores que la propicien y que ahora están en maceración y construcción.
Al comienzo de esta presentación hemos propuesto el Cambio Educativo colocando el énfasis mayor en la pedagogía, pasando de la educación informativa a una educación formativa. Con lo Digital, la información deja de ser concebida en segmentos, en modos continentados, en disciplinas, objetivos, calificaciones. Permite un flujo de información e imágenes que pueden ser muy vecinas a las demandas de la inmediatez en aprendizaje, el trabajo, la creación o la vida cotidiana.
Lo digital permite pasar del dato como cuanto de información, como contenido encerrado en límites, aproximándose a las sutilezas de la percepción corpórea, creando así otras realidades. La dimensión de lo procesable se reduce de tal manera que se confunde con un matiz, por lo que el razonamiento le sede el protagonismo a lo que todavía llaman hermenéutica, una suerte de legitimación de lo subjetivo en el conocimiento, lo que implica una transición hacia otra manera de establecer y denominar al conocimiento.
Todavía lo Digital está muy concebido y usado como una prolongación de la razón, pero con el tiempo y el trajín, cambiará la propia razón y la manera de usarla. Abundan las predicciones, buena parte de ellas lineales y de mayor peso técnico. Pero, ¿cómo será la nueva eticidad, los nuevos valores, las nuevas instancias de cohesión social y su grupalidad? Esto ocurre y acompaña los linderos de mestizaje, fusión e hibridación que alcanza la Cultura Occidental. Esas hibridaciones no son solo en los modos, lenguajes e imágenes. Inciden en los cambios, en los valores que soportan lo originario, en la maceración de valores emergentes y de las competencias que de ellos se derivan.
Como pasó con los instrumentos de Galileo, lo Digital abre otro campo de dimensiones, e incluso el concepto mismo de dimensión, y con ello otras las maneras de razonar, comunicar y argumentar.
Por aquí tendrá que ir la Educación, su pedagogía, sus recursos y modos comunicativos, el ejercicio de esos valores emergentes y las competencias que de ellos se derivan como necesarias.
Reducirá su utilidad la organización enciclopédica del saber cómo conocimiento organizado y con ello los libros de texto con sus costos y limitaciones, las verdades eternas, trascendentes y universales.
Paradójicamente se incrementará la necesidad de obtener información, pero ahora orientada tanto por la vocación o intriga personal del estudiante como por la pertinencia que ella tenga para la formación y ejercicio de una competencia.
Es la persona, el estudiante con los referentes que le dan sus valores y las necesidades que imponen las competencias y su ejercicio, quien decidirá cómo y cuándo navegar y encontrar la información, en lo que todavía llaman la NUBE y en sus propios compañeros.
Conforme a esto seguirán siendo importantes los ambientes de aprendizaje y las relaciones inmediatas vivenciales. Pasará aún mucho tiempo antes de que la complejidad, riqueza y placer de la interacción corpórea, inmediata, humana, sea superada por la mediada digitalmente. Hay mucha investigación y ensayo en curso en muchos países y regiones, incluyendo lo que hemos hecho y que ahora presentamos en esta compilación, en búsqueda de una Pedagogía de cambio y para el cambio . Pero sí afirmamos que el curso ético va por el cultivo y construcción de valores como la profundización de la democracia llevándola a las aulas y a todos los espacios, la dignidad, la solidaridad, la diversidad, la continuidad con la Naturaleza.
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En esta compilación se van a encontrar varias publicaciones, presentaciones o reflexiones sobre lo hecho por Arnaldo Esté y el Centro de Investigaciones TEBAS desde 1980 hasta este tiempo, tal vez apremiadas por la necesidad de explicarnos, de decirle a los lectores que, con toda la libertad y espontaneidad asumida y cuidada en nuestros investigadores y asistentes, seguíamos el curso pertinaz de llegar a proposiciones eficientes para propiciar el cambio, la transformación educativa.
De esas reflexiones sobre lo hecho, la más acabada aparece con el nombre de LA BREGA DEL TEBAS, un trabajo de sistematización de lo hecho realizada por Marisa Brazón y Edith Palacios, hace algunos años.
La educación en Venezuela presenta una condición tan lamentable como la que ya tenía cuando entramos en escuelas y universidades desde 1980, (ver estudios etnográficos realizados en y publicados en dos libros: EL AULA PUNITIVA (4 ediciones) y LA MEDIA PERDIDA (agotada en su única edición). En las aulas de clase, de todos los niveles, se cultiva y ejerce una relación vertical. El docente sigue monopolizando la mayoría de los turnos, muy lejos de buscar la profundización y arraigo de la Democracia, preparando así, y casi pidiendo, el encuentro o fabricación de un gran resolvedor, mesías o líder carismático de gran poder.
No hemos hecho mayor selección de lo que compilamos. Queremos ponerlos “tal como están”, de manera que se encontrarán trabajos acabados, en el sentido académico del término, pero también notas y reflexiones sueltas, tal vez necesitadas de ser ahondadas, soportadas por experiencias de campo. La intención es decirles a nuestros colegas que la investigación se inicia y sigue cursos no siempre y necesariamente “metódicos”. Hay improntas y cambios de curso que reflejan sensibilidad y compromiso con la gente más que con las instituciones. Hay, también, numerosos ejemplos de proyectos y problemas pertinentes que pretenden ilustrar y ayudar a trabajar con esos sencillos pero, a la vez, complejos instrumentos para el trabajo en aula.
En los últimos años hemos seguido trabajando en las aulas y con los educadores, y posiblemente el mejor logro agregado y probado es el PROBLEMA PERTINENTE, que, como será fácil encontrar, se coloca como momento primero de la Interacción Constructiva. En el entendido de que aprendizajes y conocimientos se logran en procesos de construcción social, pero que hay que presionar el inicio de esos procesos llevando a los aprendices a participar, a interactuar y que para ello no solo es necesario trabajar por problemas, más que por contenidos u objetivos, sino que esos problemas deben formularse, presentarse con pertinencia, con lo que queremos decir que deben tener la fuerza expresiva para incidir en la subjetividad del estudiante, de angustiarlo, de intrigarlo al punto de llevarlo a concitar su acervo, su cuerpo y –desde esa situación– participar, investigar y cultivar las competencias y valores que se derivan o están implicadas en todo eso.
Hemos asumido el concepto de la formación como propósito principal de la educación y que la formación se refiere al logro de VALORES y COMPETENCIAS en ese juego social que es la pedagogía, y que esta formación debe sustituir en buena medida a las informaciones que –en el formato de lecciones– ahoga las aulas y sus habitantes. Información que ahora y crecientemente vendrá con lo Digital. Formación, insistimos, que atiende mucho al logro de VALORES: dignidad, participación, solidaridad, diversidad, continuidad con la naturaleza… que son los grandes referentes de carácter fideico, necesarios para la toma de decisiones y la elaboración o no de proyectos de vida. Y competencias resultantes de la concurrencia de saberes, habilidades, destrezas, actitudes a contextos específicos. Competencias imprescindibles para el trabajo, la producción, la creación, el disfrute.
Esto nos ha obligado a estudiar la ética y su materia principal que son los valores, con atención.
Al ubicar estas cosas, las de la ética en la difícil y compleja situación de nuestro país, no podemos sino darles una importancia mayor: el sistema de valores de los venezolanos es débil y confuso. Los grandes referentes entran y salen con cierta facilidad. Eso supone una tarea primordial para todos.
De lo anterior se desprenden dos preguntas, más bien de orden político: ¿es posible el cambio en el sistema educativo? ¿Tiene fuerza suficiente el sistema educativo para determinar cambios sociales? ¿Hay una relación de determinación?
Al promover cambios en la educación formal nunca hemos pretendido provocar cambios en la estructura social, pero sí se puede incidir poderosamente en ello. Estamos convencidos de que los cambios sociales se suceden progresivamente en la medida en la que van cambiando y logrando nuevos sistemas de valores. Los grandes referentes, en el marco de los cuales se va dando el juego social, creaciones, construcciones, conflictos y proyectos.
Cambiar los valores es cosa de la mayor complejidad y está muy lejos de obedecer a voluntades, decisiones o acciones de poder. Sabemos que están muy vinculados a grandes conflictos, crisis, migraciones, tragedias o acontecimientos que por su magnitud u oportunidad llevan a los grupos humanos, en su religiosidad, a enfocar su atención en ciertas manifestaciones que relacionan con esos conflictos y que, con frecuencia, logran sintetizarse como símbolos.
Los valores se van estableciendo como hitos de un curso seguido y, a la vez, de un curso por seguir. Curso –digo– como las líneas esas de pintura blanca que usan los ingenieros para marcar los linderos de las carreteras. El actuar social e individual se da dentro de esos límites. No sin trasgresiones –que abundan– pero con una consecuencia tal que, al ser vistas en su conjunto o con alguna distancia, muestran y dan sentido a la vida de las personas y cohesión a los grupos.
Esos grandes acontecimientos con frecuencia han sido guerras y revoluciones que siguen a actos y voluntades humanas, pero que dejan valores que no siempre coinciden con los argumentos que se esgrimieron para emprenderlas.
La confluencia inicial de los conquistadores de una España aún en formación, aún no Occidental, de los africanos traídos como esclavos, pero ellos también de diversas procedencias y valores, y de los propios, y también diversos, aborígenes, ocurre en una ámbito ecológico, mayormente tropical, con muchos recursos naturales pero sin el oro y la plata que era el atractivo mayor por el que los conquistadores venían.
Esa maceración se da durante mucho tiempo en gran pobreza y depredación física y cultural de los naturales y africanos. El cacao, el añil y más tarde el café con una explotación más actualizada –y también expoliadora– de los guipuzcoanos, traen una modesta riqueza que se concentra y divide entre mantuanos, acostumbrados a vivir con cierta distancia del control español, y los intereses y derechos atribuidos a la compañía. El contrabando pareciera haberse establecido entonces como valor y derecho natural.
La Independencia de España emerge por entre las grandes brechas que se abren en la corona en su profunda descomposición y el desplazo de su poder por la invasión francesa. Sin una afirmación independentista inicial, las voluntades y conciencia de unos valiosos líderes terminan por imponer el ideario occidental, republicano, sin que éste fuera bien comprendido y menos ejercidos por la mayoría del pueblo. Pero la imposición de ese ideario sólo logra generar unas estructuras de Estado y leyes que no siempre coinciden con el catolicismo hispano ni los valores prevalecientes en la mayor porción del país.
Lo que sigue es una prolongada lucha civilizatoria de caudillos que pocas veces practican lo que predican.
La búsqueda y extracción del Petróleo trae la segunda oleada occidentalizadora de países, ahora sí occidentales ellos mismos. Dictaduras con poco estilo y democracias y socialismos tan proyectivos y universalistas que siguen desestimando e incomprendiendo ésta, nuestra condición de país en maceración.
En este curso, el sistema educativo que se va implantando tiene esas mismas características de implante civilizador, occidentalizador con contenidos, procedimientos y valores correspondientes. Esto se hace con graves contrastes culturales que mantienen altos índices de exclusión y muy poca pertinencia tanto para las características de los estudiantes y sus procedencias como para las exigencias de construcción del País.
Democracia y dictaduras se igualan en la utilización del populismo, de la caridad para la compra de votos y conciencias con el grave daño que ello hace a la dignidad de la gente. El venezolano, abonado ya en esa ya larga tradición, termina por creer que debe esperar que otro resuelva, otorgue y reparta. Muchos coinciden con llamarlo “rentismo” petrolero.
La educación, leccionaria y predicativa no contraría esa grave ruptura ética. Por lo contrario, el silencio al que se obliga a los estudiantes no rescata su dignidad y con ello su capacidad para ser sujeto de su proyecto, de la imprescindible creación e imaginación, del necesario trabajo.
El recuento de lo hecho por el TEBAS durante 36 años muestra la búsqueda de una propuesta, de un proyecto para la educación que, consecuente con la comprensión del País, rescate e incremente la necesaria dignidad de nuestra gente (Ver EDUCACIÓN PARA LA DIGNIDAD), en el entendido de que ello supone el ejercicio regular en las aulas y prácticas pedagógicas de valores que formen esa dignidad y la refuercen.
Revela también, este recuento, la complejidad de los cambios sociales y, entre ellos, del cambio educativo. No es cuestión de simple voluntad, medidas y programas. Es tarea de la Nación toda en un proceso lento y perseverante, que no se detenga o interrumpa por los caprichos de gobernantes, procesos electorales, golpes de estado o manejos políticos.