A OIR LA MÚSICA DE VENEZUELA

Arnaldo Esté

tebasucv@cantv.net

25 de Marzo de 2005


Ahora, con la bella melancolía de los retornos, con el justo uno por uno, se podrá mostrar, así espero, esa maravillosa multitud de músicos nuestros. Tal vez fuera de cancha, y con mucha necesidad por dentro. Estuvieron fuera de escena por mucho tiempo, reducidos, los más de ellos, a matar tigres.

Se de gente musical para todos los gustos y alta preparación. Y se de gente como yo, con disposición a oír toda clase de música pero tiene que refugiarse en las grabaciones personales porque la oferta en las emisoras ofrece un espectro muy estrecho y comercial.

Lo venezolano aun está en ciernes: valores débiles, aislados y de poco arraigo no tienen cuerpo para presentar defensa a las novelerías o importaciones. Al igual que en los discursos políticos, en las bellas artes, o en los aprendizajes escolares.

Es ineludible la comprensión de sí, de lo que se ha sido. Es la plataforma para poder proponer No se crea desde la nada. No es cosa de romanticismo o dulce mirada al pasado, ni culto de viejo memorioso. No es nacionalismo que mira lo propio como lo mejor. Es otra cosa. Se trata de construir una personalidad social que ahora está difusa necesitada de aportes y discusión y, por ello, resulta difícil de definir y establecer teóricamente. Pero hay que hacerlo. Hay que montarse en ello más con flexibilidad, sensibilidad y sin tarugos oficialistas ni oposicionistas, descalificando al divergente.

La creación estética es a la vez forma y constituyente. Es una realidad y hace una realidad. Hace una personalidad social y a la vez la expresa. La comprensión de lo que sería la “música venezolana” pude abordarse así. Sensibilidades, procedencias y caminos se cruzarán con recursos y mercado, en fronteras muy confusas para establecer.

El folklore venezolano es una realidad potente muy vinculada a lo campesino, mestiza, con fuertes presencias africanas e hispano moriscas, que probablemente cuajaron, luego de gran dispersión, durante el gomecismo, ofreciendo la posibilidad de ser recatado más tarde, por gente como Isabel Aretz, Juan Liscano, Ramón y Rivera. Pero para ser venezolano no es necesario ser folklórico. El folklore es una instancia del arte que mayormente ocurre en ámbitos étnicos y geográficos, que, como tales, resultan progresivamente expandidos por las vías comunicativas, aun cuando resulta ser vinculado con lo originario. Inevitablemente se mezcla y enriquece provocando polémicas sobre lo genuino entre los cultores radicales.

Con el gomecismo también llegó el petróleo, la industrialización superficial y forzada y las migraciones hacia las ciudades y un proceso de extravío de lo poco que de identidad se había armado. La población urbana ahora es mayoritaria, tal vez un 92% de los venezolanos vivimos en ciudades. Sin embargo esa condición, muy reciente, no ha generado una estética correspondiente y lo ciudadano, como conjunto de valores, a muchos se les queda a medio digerir resultando grave causa de exclusión. Todo esto, y mucho más, hay que abrirlo a discusión. Una discusión donde la música tiene mucho que decir. Vamos a oírla.

Si este curso del uno por uno fructifica y la polémica se abre con vigor y profundidad, bien podrá servir de referencia para la discusión política en todos los campos.