En la explosión matricular que siguió a la caída de Pérez Jiménez, afloró una intención caritativa y cuantitativista. Venezuela se pobló de ranchos- escuelas, los muy comentados R.3. Se trataba de darle, de cualquier manera, cobertura, crecimiento al número de personas que asistieran a clases. Ello se logró. Algunos pensaban que luego se trataría de mejorar la calidad en una suerte de golpe de timón social.
Lo que no se supo es que la educación formal, una vez arraigada, se convierte en una realidad social, en un estado de conciencia, en un conjunto de referentes que soportan y generan una manera de enseñar y aprender y que luego resultan muy difíciles de transformar. Una condición de referentes, valores asumidos fideicamente, que suponen lecciones, memorizaciones, disciplinas convergentes, homogeneización, discriminación de los diversos.
Lo que tenemos ahora es una grande ineficiente, costosa e impertinente maquinaria que se consideraría satisfecha para algunos, en un grave irrespeto hacia lo humano, sí, por lo menos, lograra que la gente aprendiera a leer y escribir.
Cantidad y calidad educativa deben marchar juntas e inseparablemente. La revisión de cifras y productos de la acción educativa nos indica que se conservan graves cifras de exclusión, próximas al 40% de primero a sexto grado de Básica. Que las escuelas y universidades no logran retener y graduar a una buena porción de sus estudiantes.
La calidad tiene que ver con la cantidad, porque una educación de calidad es atractiva, seductora y, hasta apasionante para los estudiantes. Retiene, nadie falta a una buena fiesta.
Podemos referir, muy ligeramente, tres grandes causas de exclusión escolar: socioeconómicas, culturales y pedagógicas.
Las socioeconómicas, y más conocidas y esgrimidas, atienden a las carencias en las escuelas y en los jóvenes y sus familias que impiden mantenerlos vestidos, comidos y transportados a las escuelas cada día. Son las causas más visibles y se tratan de paliar con almuerzos, uniformes, becas y otros recursos asistenciales.
Las culturales, y más sutiles, que se refieren a la distancia o choque cultural que se da entre los referentes, valores y saberes que los jóvenes traen de su familia, entorno y tradiciones (lenguaje, modales, creencias, intereses…) y las que la escuela formalmente proponen, valoran y tratan de imponer.
Las pedagógicas, y que son las más importantes en materia de calidad, son las concepciones y procedimientos que la escuela tiene para alcanzar aprendizajes y a la vez atender y negociar con los dos grupos de causas de exclusión mencionados: con las dificultades socioeconómicas y con la diversidad cultural.
En este último grupo es donde interesa hacer los mayores y más difíciles cambios. Crear en las instituciones educativas, de todos los niveles, ambientes de aprendizaje donde se cultive la interacción constructiva De participación continua desde la diversidad de cada quien (profundizando realmente la democracia), donde se trabaje en grupos de diálogo y búsqueda. Motivados por proyectos que impliquen aprendizajes pertinentes en continuidad con lo que el estudiante trae y espera y con lo que el País necesita.
En las próximas semanas se abordará nuevamente la discusión de la Ley Orgánica de Educación y la Ley de Educación Superior será tema en el próximo Primer Congreso Nacional de Educación Superior a principios de diciembre. Es de esperar que consideraciones como estas se tomen en cuenta.