Educada y con acogida propicia en los ambientes empresariales, académicos y políticos, uno pareciera estar observando la cuidadosa y planificada carrera ascendente de una presidenta de EE.UU. y, en efecto, ya está en la arena (www.Rice2008.com) y presta a combatir por el por el puesto con otra famosa y organizada: Hilary Clinton, March 7, 2005 by Andrew Stephen)
Siendo como somos, periferia de suministros para Occidente y, sobre todo, para EEUU, nos interesa lo que allí está ocurriendo. Siempre nos perturba.
Al examinar escritos y declaraciones de la señora Rice uno descubre dos momentos aparentemente contradictorias: en uno toma distancia de principios universales diciendo que ellos, los estadounidenses, no son europeos y tienen diferentes principios ( “Rice in Her Own Words,” BBC, November 17, 2004 http://news.bbc.co.uk/2/hi/americas/4019395.stm). En otro, al hablar ante los periodistas en la OEA reclama la existencia de principios universales de la democracia “De manera que no creo que existan diferentes tipos de democracia.)(Patricia Spadaro G. El Nacional 7-6-05 p. 10). Más consciente y meditada aparece en un artículo de Foreing Affairs: “La política exterior en una administración republicana procederá de la base firme del Interés Nacional y no de los intereses de una ilusoria comunidad internacional” (Foreign Affairs, January/February 2000). Dicho de otra manera, el pragmatismo declarativo resulta más bien político y subordinado a lo que puede ser una ortodoxia, la de subordinar toda posición al principio de colocar los intereses norteamericanos como primordiales.
La primacía de los intereses de su propio país parece legítimo, (cosa que los venezolanos tenemos que practicar) siempre y cuando esos intereses no interfieran con los intereses de otros países. Allí toca negociar, no imponer o intervenir, que es lo que finalmente han hecho, sobre todo ahora, con el gobierno del presidente Bush.
Condoleezza Rice, tal vez más inteligente, racional y culta que su presidente, pero no menos imperativa, propone una democracia única y trascendente y, por lo tanto, de observancia obligatoria bajo pena, no siempre pronunciada, de excomunión o intervención.
Pero más allá de los retorcimientos políticos hay que detenerse en el concepto de democracia.
Hoy, democracia es participación y la participación es real y posible en la medida en la que se hace desde la diversidad de cada quien. Y estas señales han surgido, muy sutiles y diplomáticamente en la reunión de Cancilleres de la OEA. Se ha dicho: batallamos duramente desde nuestras miserias y carencias por encontrar los rumbos de nuestras democracias. ¡No es fácil! y los estadounidenses, que aun están en eso, polarizados ante las ideas y medidas de un presidente como G. W. Bush, lo saben bien.
Democracia, participación y diversidad hacen una nueva mezcla que hasta hace poco no existía. Significa que la democracia se profundiza en la medida de la participación de la gente en la decisión sobre las cosas de todos, así como en su construcción, y en el placer y disfrute que de ellas se derive. Ello es posible cuando cada quien participa desde su condición y diversidad, sin negarse, sin la exigencia de tener que ser político o manejar sus códigos para ser reconocido como participante. Esta concepción está en proceso y, mientras se logra y alcanza una condición preponderante, los diversos aun participan poco, son excluidos o utilizados como destinatarios de caridades o planes compensatorios.