CONSTRUIR COMUNIDADES Y FEUDALIZACIÓN

Arnaldo Esté

tebasucv@cantv.net

24 de Septiembre 2004


Una comunidad la entendemos como un sistema de relaciones sociales que se estabiliza y profundiza en la medida en la que ese sistema de relaciones se hace explícita en normas que se sintetizan en símbolos que pueden llegar a tener una gran fuerza comunicativa y cohesionadora. Construir comunidades es construir país, en la medida en la que lo comprendamos como la resultante, como la convergencia del esfuerzo en producción económica y cultural, en participación, de la población organizada.

Esta es una manera diferente a la de concebir una nación como un ejercicio fundacional desde un centro predestinador que prescinde o extermina todo lo precedente o diverso. Como la ejecutoria de un plan preexistente que no supone variantes o adecuaciones. El proceso de la colonización española primero, y de occidentalización, luego, siguieron esa política de imposición de planes y preconcepciones. Las resultantes las tenemos a la vista y en el entendimiento: se sigue esperando que algún poder central conciba y resuelva.

Construir comunidades, cultivarlas, seguir y atesorar sus experiencias, en respeto a la múltiple diversidad que ellas expresarán deberá estar acompañado por una concepción de la política como búsqueda y ejercicio de las áreas compartidas, de las áreas de negociación necesarias para la comunicación entre esa diversidad comunitaria. Áreas que terminarán siendo el país resultante: una gran comunidad de comunidades.

Las experiencias recientes, alumbradas por la polarización política y, antes, por la concepción de la descentralización como un simple ejercicio administrativo, en buena medida han causado una deformación de la organización comunitaria que cuaja como una suerte de feudalismo, como cuando los guerreros nobles se organizaban acuciados por el terror y la voracidad. Caudillismos regionales y locales se dan la mano con vecindarios atrincherados, organizados para la defensa y la agresión, abonados por el terror que cundió bajo las amenazas y pretensiones de las direcciones en pugna. Con una costosa irresponsabilidad se cultivó, y se sigue cultivando, el odio, la sospecha y el insulto como recurso de atracción y venta fácil de engendros noticiosos.

Otro congelamiento habitual de las comunidades es su existencia como recintos de llanto, súplica o presión por la intervención gubernamental. La gente se organiza para pedir, para reducirse más aun en su dignidad consagrándose como objeto, como recipiente sin mayor voluntad.

En lugar de esto pensamos la comunidad organizada como ámbito de autoconciencia, de ubicación de problemas y generación de soluciones.

Hace algunos años, en una línea que luego se interrumpió, se comenzó a trabajar en la descentralización educativa en una dirección que pensábamos terminaría con un incremento de la organización de las escuelas como comunidades reales, como centros de interacción comunicativa y no como las entidades administrativas de información unidireccional que ahora, ineficientemente, son. Escuelas fuertemente enlazadas y abiertas a sus vecindarios circundantes a los que promoverían y a la vez servirían como recintos para su expresión y actividad, sin que ello suponga la prescindencia del ejercicio pedagógico profesional, y, por lo contrario, el enriquecimiento de la formación de los maestros con la conciencia y los instrumentos adecuados para la promoción comunitaria y la interacción social.

Ahora, tiempo más que nunca propicio para el diálogo, éste es un gran tema.