El genio no está democráticamente distribuido, además de fugaz y escurridizo. Se debe democratizar la promoción de la genialidad y su eventual disfrute, pero la creatividad y el virtuosismo no están bien distribuidos. Es difícil decir de donde sale, pero sea como fuere hay que cultivarlo y respetarlo.
La Constitución bolivariana habla, con fuerza y énfasis, en su fundamentación y en su articulado de Venezuela como un país multiétnico, multicultural. Hay un despliegue (en 16 artículos según mi cuenta) que pocas leyes constitucionales hacen del concepto de Diversidad.
Otro concepto fuerte, que complementa e instrumenta el anterior, en la Constitución Bolivariana es la Descentralización (en 12 artículos).
La Diversidad nos dice que puede haber tanto genio en negros, blancos y mestizos, en hombres mujeres y homosexuales, en islámicos y cristianos, en escuálidos y chavistas. Que el genio y la inteligencia pueden manifestarse tanto en el gato Galárraga como en Soto, Rafael Cadenas o Dudamel (los dos, el arquero y el director de orquesta).
La descentralización activa la vigencia de esa diversidad y le agrega geografía, abriendo cauces, accesos y administraciones más inmediatas y comprometidas con particularidades y que, desde la distancia centralizada, no son perceptibles.
Este relato de conceptos y menciones, dice de mi preocupación por lo que aparece como un programa de centralización, manejo directriz y vertical en el Ministerio de Cultura.
Dejar atrás roscas y circuitos de privilegiados, “elitescos”, es necesario. Abrir los accesos a todo el país y toda la gente también. Pero lo que hay de producción y genio creador en la cultura ya se ha dado en esas pautas y los creadores no tienen la culpa: han tenido que crecer trajinando por esa maraña, por esos mundos de competencia, comercio, roscas, carencias. Y allí están: unos sobreviviendo, otros alumbrándonos. Pero hay que cuidarlos y respetarlos, son lo que somos.
No se puede lanzar una política de centralización y líneas impuestas, no negociadas, que pretenda establecer y trasladar divisiones políticas a las artes. No se puede cultivar la polarización y creer que es fácil cambiar valores y tradiciones burocráticas, sustituyendo una rosca por otra y los militantes de un partido por otros. No se puede tratar de repetir la mil veces fracasada idea de crear una cultura o un arte oficial. En la página de Internet del CONAC, encontramos en un aparte titulado NOSOTROS, unas notas breves que me resultan confusas. En el párrafo tercero encuentro: “Sobre todo porque el CONAC se había desvinculado de sus propósitos iniciales, ser la institución rectora de la cultura del Estado”. No se si esto es un gazapo o refleja una posición conciente, pero preocupa.
Lo popular, lo folklórico, son diversidades, no jerarquías. Así como tampoco lo es lo rural y lo urbano, lo aborigen y lo occidentalizado. Y en toda esa gama hay espacio y necesidad para la creación y el genio.
Ha sido muy bueno rescatar el “uno por uno”, pero buena parte de los creadores venezolanos están inhibidos o resentidos. Sienten sus territorios – ya de por sí flacos y sitiados –inseguros. Un palabrerío enrojecido y ciertos chantajes se han unido a la herencia polarizada para cultivar trincheras. Toca salir a buscar, ampliar, discutir, negociar, respetar trayectorias, abrir y ofrecer espacios y recursos. Hay que buscar y agregar, no restar lo que ya existe.