Aplacados los rezongos, y si se entrara en juicio renovado, se podría entender que con el referendo debería terminar el juego de “topo a todo”. El gobierno ha jugado a eliminar a la oposición a como diera lugar y la oposición a sacar a Chávez, sin medir herramientas, como premisa para un gran camino. Maneras no sólo viejas sino erradas de entender la política, pero que surten alimento a dirigentes y comunicadores que viven del espectáculo y el chisme, de la noticia fabricada que les presta audiencia, generando pánicos y sectarismos propicios para despeñaderos de violencia. La polarización, así, ha resultado mercancía para la sobrevivencia de insepultos y el beneficio de guacharacos.
El discurso reciente del gobierno, entre sus habituales sinuosidades e inconsecuencias, muestra un fuerte llamado al diálogo. Un llamado que, al caer en los resabios del fárrago antecedente, rápidamente resulta digerido por la deshilachada oposición como maniobra insincera y, por tanto, desestimable. Pero hay que atenderlo.
Cierto que mucha gente de la oposición ha resultado severamente aporreada y proclive al refugio y al escepticismo. A entregar todo lugar, toda opción.
Cierto que mucha gente, que sigue la opción del gobierno, resulta poseída por el viejo y barato optimismo del mendicante que abona y espera todo, ahora más que antes, de la generosidad populista.
Ambas posiciones, herederas del facilismo en el que se ha refugiado el no participante, el que siempre se ha percibido como visitante en tierra extraña, son consiguientes a esa concepción de la política como negocio de especialistas que luchan por el poder y la negación de los demás.
Ahora se trata de otra cosa. No se puede avanzar en la construcción del País en ausencia de los demás, de los que no son como uno, de los que la historia, la vida o las ambiciones han colocado en diversas instancias de los beneficios, el saber o los referentes y valores. Con todos hay que marchar, y esto no hay que concebirlo como una concesión sino como un requisito imprescindible.
No hay que abandonar las propias o particulares ideas o concepciones, se trata, mejor, de validarlas en el contraste con las de otros en diálogos e interacciones. Diálogos con palabras o diálogos con acciones.
La gestión sectaria de gobierno, en ese topo a todo, ha llevado a privilegiar fidelidad sobre capacidad y eficiencia con graves costos, malversaciones y caminos repetidos.
La actitud de negación a ultranza de los opositores los ha llevado a inhibirse y apartarse de todo recurso o espacio del Estado. Escuelas, museos, fundaciones, instituciones promotoras, que no son patrimonios partidistas, se han considerado de esa suerte y abandonadas, cultivando una voz de maldición o excomunión a todo aquel que ose acudir o participar en ellas.
Se trata, por lo contrario, de mostrarse en diálogo, en interacción, participación. Con lo que se puede decir o con lo que se puede hacer. Poner a valer lo que se tiene haciéndolo, sin esperar la dadiva o la anuencia, ni de la propia rosca, ni del maliciado gobierno.