Nuevo juego aparece. Por lo menos aquí hay creatividad. Yo te desconozco, tú no existes. Como tú me desconoces, entonces yo te desconozco.
Para que yo te reconozca no tienes que haber ganado, pero como ganaste ya no mereces existir. Trágico trabalenguas que denuncia infantiles engreimientos, falta de altura, pobre percepción del país en la trajinada, vieja y estéril actitud de quien cree que puede marcharse hacia la construcción ignorando al otro.
La dirigencia opositora se agota, sin aún proponer nada, recogiendo piedras, algunas exquisitas y rebuscadas, para lanzárselas a un contrario a quien no pudo derrotar en la contienda pautada y la que buscó, sin asomar otros propósitos, con obstinación entubada. Encuestas previas, observadores calificados, auditorias, CANTV, reconocimientos de todo sitio y condición. Nada, nada vale, nada les quita la idea de que se trata de derrotar a pedradas a un gobierno que desde ya, por fraudulento es ilegitimo y del que lo único que se espera es que renuncie o por lo menos, que desarme todo su aparato de contienda política. Vanas proposiciones que por inalcanzables se pueden ubicar en la mejor calidad de la eternidad: ilusas.
El gobierno, que en las primeras reacciones nos ofrece amplitud, magnanimidad y diálogo pronto se vuelve a atragantar de ira, y toma otra vez el camino de enajenar aliados. Cayendo en viejas trampas, contesta agresión con agresión. Despeñadero ya trajinado que nos colocó al borde de la guerra.
Si en verdad se trata de dialogar, de abrirse a la diversidad, mal se puede imponer al diverso las condiciones de mis maneras de mirar las cosas, que es, justamente, la añeja tradición colonial.
Si estamos en una de nuevos caminos, de comprender nuestra complejidad y diseñar para ella vías y proyectos, de esa complejidad no podemos excluir a los que percibimos desadaptados, mañosos u obsoletos. No, con todos hay que cargar, incluso con los propios partidarios llenos como están, algunos de ellos, de inexperiencia, ineficacia, debilidades o dedos alegres.
Si se trata de propiciar nuevos liderazgos, capaces y sensibles, hay que crear los espacios donde puedan exponerse, con fuerza y solidez, sin las retóricas mitinescas o mediáticas, donde se confunde espectáculo con interacción comunicativa, ideas, argumentos, salidas. Independientemente de que a esos espacios puedan concurrir feos, negros, blancos de orilla, peludos o cadavéricos. Ya se encargará ese trajín de comunicaciones de decantar lo necesario. Pero no el maestro examinador en la puerta del salón, no el domador en la puerta de la jaula. No el a priori seleccionador de quien tiene el poder.
Ya tendrán que venir, para nuevos equipos nuevos dirigentes y más claras concepciones con menos transplantes y más comprensión de lo inmediato. En eso estamos y de eso se trata, pero es tarea difícil que se tiene que cultivar en la negociación y el diálogo. En esas áreas de negociación donde puedan insurgir nuevos lenguajes y nuevas propuestas para viejos problemas.