Hacer augurios es de mala nota a pesar de que es cosa muy popular y común. Del augurio se desprende el “yo-te-lo-dije” sermonero. Dar consejos es propiciar el rechazo, no tanto por sus contenidos como por el contexto en el que habitualmente se dan y la asimetría de poder que implican. Los consejos rara vez son solicitados y menos veces seguidos. Pero todo lo anterior no reduce su frecuencia.
Vamos hacia el empate, yo te lo dije. Y será necesario negociar, también te lo dije.
Los resultados del referendo mostrarán enfáticamente la existencia de dos grandes sectores equivalentes de la población. Y más allá de algarabía electoral y la pelea marrullera de los últimos años, que ha negado todo atributo al contrario y que reclama como único éxito aceptable su eliminación, está la necesidad de construir el país recurriendo para ello a su rica e inevitable diversidad.
De la prepotente concepción de la política como el arte de tomar o preservar el poder destruyendo al contrario, hay que pasar a otra: el arte de buscar o crear las áreas de negociación y los espacios e instrumentos adecuados para que las negociaciones se traduzcan en acuerdos o propuestas viables.
La educación, la salud y la seguridad, para mencionar los tres órdenes mayores de problemas, no se pueden resolver sino como empresas de la nación, con el mayor aporte de todos en una dirección que bien pudiera converger a constituir proyecto de país.
En ese curso el gobierno actual, o el reemplazante, tendrá que abandonar la tradicional tozudez, elemental y de poco vuelo, que los hace encerrarse y temerle a la consulta, al diálogo y a la negociación. Salirse de prejuicios y estereotipos y buscar o crear esas áreas de negociación e intercambio y desarrollar en ellos instrumentos estables que garanticen, no sólo la comunicación sino también la aplicación de lo que allí se coseche.
Hay sectores en ambos conjuntos ahora aterrorizados ante el posible triunfo del otro. Esperadas represalias, venganzas, juicios, cacerías, ajustes de cuentas quitan sueños y agitan pesadillas. Hay que desmontar esos gatillos y entender que el trajín sigue y que los problemas que nos han traído a ese lío siguen allí, sin que el desenfreno político los haya resuelto. Como cárcavas de barranco están allí, y, como tales, no es con puntales como se resuelven.
La semana pasada los de “Aquí cabemos todos” convocamos a otro diálogo. Esta vez con representantes de organizaciones, movimientos y agrupaciones comunitarias preocupadas por la violencia, con testigos de los medios de comunicación. Habría que estar allí. Ambiente sobrio, lejos del espectáculo para propiciar áreas de negociación sin las tentaciones de las corridas de toros. Sin los ídolos del foro. Desde una cultivada diversidad se sacaron acuerdos que tomarán calle. Insurge un lenguaje y unas maneras que abren postigos para nuevos estilos y maneras de ver las cosas. Para otra gente: discreta, vigorosa y de pocas apariciones, pero llenas de experiencias y proposiciones. Para una paz en construcción.