INEFICIENCIA Y CORRUPCIÓN

Arnaldo Esté

tebasucv@cantv.net

14 de abril de 2005


Importante el honesto tono autocrítico del Presidente (discurso en Miraflores el 12-4-05) exponiendo el peligro que para su proyecto significa la pervivencia de esos vicios en las estructuras de gobierno.

No hay proyecto que los aguante. Embotan cualquier realización anteponiéndose ellos como fines en sí mismos. Están en la historia de muchos fracasos. Como el comején trabajan por dentro con persistencia y organización. Buena parte de la caída de la IV república y el descrédito de los partidos dan fe de su funesto poder.

La ineficiencia abona la corrupción y genera un ciclo donde los tortuoso, oscuro y lento propicia los atajos donde los “gatos”, gestores y buscavidas, de todas las texturas, cuellos, alcurnias y precios medran y cultivan morales grupales entendidas.

A esto se agrega lo que percibo como un temor congelante, por parte de cuadros y dirigentes medios, a tomar iniciativas o compromisos que pudieran ser interpretados como infidelidades a una cierta ortodoxia con el proceso, que busca ver desvíos contra revolucionarios o escuálidos en cualquier acción o expresión no saturada de profesiones de fe y lenguajes enrojecidos. Un curso marcadamente religioso que terminará, si no se detiene y denuncia, por construir un santoral de fetiches atemorizantes que inhibirá totalmente la creatividad o la iniciativa por temor a la blasfemia o el pecado.

Chismes de esta naturaleza menudean y se hicieron más frecuentes a propósito de las elecciones internas de V República. Y la descalificación por infiel compitió en gravedad con la acusación de escuálido.

No pretendo en esta oportunidad referirme al programa de gobierno, los contenidos del proyecto o sus inconsistencias. Mi preocupación es ética para este escrito, ante la persistencia de la corrupción y la ineficiencia en la cultura del país y el costo y freno que ello significa.

La honestidad y la eficiencia son valores que se construyen –como todos– más con ejemplo, modelaje y persistencia que con sermones o sanciones. Son instancias que denotan la confianza y compromiso con un curso de cosas, con un propósito y la manera de lograrlo, con un proyecto. La corrupción no sólo soborno, distracción o sustracción de bienes, es también deber convenido y no cumplido, es postergación de acciones y compromiso con perjuicios a la institución, a los usuarios, al público propietario de los derechos a los que se debe la administración pública.

Las misiones han traído un buen efecto político al gobierno y beneficios a la gente. Representan, entre otras cosas, la angustia por “bay pasear” la ineficiencia de las estructuras ministeriales, lentas y plagadas de remansos, atolladeros y entes confabulados para derivar los cursos hacia molinos extraños. Habría que revisar sus propios desempeños para extraer corruptelas e ineficiencias. Más allá de ellas, hay que diseñar los métodos y recursos para abordar con cambios las estructuras e instituciones en la perspectiva de su institucionalización como estado, más que como circunstancias de gobierno. Esta tarea, lenta y a largo plazo, debe abordarse, a menos de que se piense hacer de la provisionalidad una permanencia saltando de misión en misión.

En todo este proceso hay que establecer sólidas bases éticas, que, naturalmente, desplacen el clientelismo, la descalificación o discriminación por divergencias políticas, étnicas, culturales o religiosas, tal como lo establece la Constitución, o la complicidad ante el corrupto o negligente por ser compatriota, copartidario o compadre.