LA UNIVERSIDAD MODERNA

CALIDAD Y MASIFICACIÓN

Arnaldo Esté

tebasucv@cantv.net

14 de mayo de 2015


Masificación es un término feo, sobre todo aplicado a la gente. Molesta las ideas de diversidad, dignidad, creatividad, iniciativa.

Diversidad, es diferente. No es lo contrario de igualdad. Igualdad corresponde a justicia. Diversidad corresponde a manera de ser, cultura. Para que haya igualdad tiene que haber respeto a la diversidad.

Masificar la educación –cosa que huele a empobrecimiento–, no es igual a decir que toda persona es educable y que toda persona tiene derecho a la educación. Dicho de otra manera, es posible y necesario que todos reciban y logren la mejor educación posible y la mejor educación posible es aquella que conviene tanto a la persona como a su comunidad y su país. Que es pertinente.

La educación occcidental, moderna supuso un tránsito de la verdad revelada a la verdad razonada. Un tránsito de una fe a otra fe. Pero, además de ello, implico la separación entre la experiencia y la información de la experiencia. En las escuelas y universidades se informaba sobre la experiencia que otros habían tenido. Esto supuso la creación de una realidad nueva: el mundo escolar, el mundo académico. Esta separación se justificaba por la imposibilidad de informar o aprender en un taller o fábrica de todo lo que era necesario aprender para esas formas de vida que se iniciaban con la modernidad europea. Y norteamericana. Además, en las escuelas y universiddes era posible ideologizar, predicar la nueva razón, la nueva fe y sus beneficios.

De esta separación vinieron también las evaluaciones, los credenciales y títulos y la exclusión de aquellos que no dieran la talla, de los diversos y pobres que no fueran convergentes a ese mundo, sus valores y sus exigencias.

Por extensión colonial y muy lenta y tardíamente, a Venezuela se trajo ese mundo escolar.

Tenemos sus beneficios y daños. Los beneficios se agrupan bajo una afirmación general: algunos de nosotros podemos comunicarnos y mercadear con ellos. Los daños: la mayor parte de la población –excluida mas tarde o mas temprano de las escuelas– no se puede comunicar ni mercadear –sólo comprar– con ellos.

La occidentalización por la via escolar convencional no nos hace occidentales, cuando más nos aproxima con ojos de envidia o codicia a ellos. Pero mal que bien las escuelas, universidades con toda su crisis y su mundo están aquí, se han implantados como necesidad y alcabala social.

Con esos antecedentes hay que operar de manera de lograr que todos sean educados, y eso no se puede lograr sin introducirle a ese mundo grandes dosis de flexibilidad, lo que se traduce como grandes cambios pedagógicos.

(En atención al artículo de Rigoberto Lanz de El Nacional del 5 de mayo de 2005-05-05).

Espacio de secularización del pensamiento concebido esencialmente como hábitat del espíritu, como recinto del pensar libre.

La secularización del pensamiento hay que leerlo como tránsito de la verdad causada por la revelación, hacia la verdad causada por la razón, donde la razón –valor, como todos los valores, de orden fideico, como instancia de fe– es la fuente sustitutiva del mandato bíblico.

Eso no fue un salto ideológico, fue un salto de valores. Los grandes referentes, desde los cuales también se arman las ideologías, se habían venido cambiando desde los mismos e insoportables feudos de Carlo Magno y ya cuajaban con Tomás de Aquino y su retoma de Aristóteles para hacerse expresión organizada con Descartes. La universidad como un nivel escolar, es instrumento fundamental de Occidente, de su modernidad y, por extensión, de la occidentalización. Expresa y divulga sus valores, saberes y conocimientos, independientemente de que en la verificación de ellos bailen diversas ideologías. El curriculo universitario: sus estructuras, programas, aulas y laboratorios, formas de evaluación, credenciales y jerarquías portan implicita, oculta o expresamente a la modernidad occidental. Es difícil, por tanto, hacer que sea no occidentalizadora. Para dejar de serlo tiene que sufrir graves modificaciones que apuntarían a su propio concepto. Modificaciones necesarias para satisfacer tanto laas demandas que le plantea la propia posmodernidad como los otros ámbitos culturales que, sin ser “posmodernos”, tampoco son occidentales. Dicho de otra manera la universidad en la que trabajo y más allá de ella, en las que he estudiado y de alguna manera conozco, tienen que pasar por serias modificaciones que implican esa de dejar de ser recintos de secularización y racionalidad occidental, moderna. Deben armarse para la complejidad y la diversidad.

La universidad debe combinar –y aquí está su calidad– dos cursos complementarios de acción: comprender el pais que la sustenta y formar gente en función de la construcción de ese país.

Comprender el país que la sustenta y generar los saberes y conocimientos correspondientes a esa comprensión es cosa difícil. Va mas allá de la voluntad, es una disposición ética de percibir lo propio e inmediato como importante e inseparable de lo que uno mismo es –que ya es bastante decir–. Implica además la creación de los métodos y técnicas correspondientes a los objetos a construir, en este caso, al carácter e historia del pais y su gente.

No pienso, de ninguna manera , en un salto desde la nada. Lo que Occidente nos trajo está aquí, en nuestro mestizaje y no hay motivo ni propósito para desdeñarlo. Pero hay cosas y gente que no por occidentalizados son occidentales. Son diversos, en campos de diversidad no comprendida por haber sido reducidos a la perspectiva, a las maneras de verlos, a los métodos que constituyen otra condición. Aquí, tanto los métodos como las pedagogías deben estar, mas que nunca, regidos por la negociación. Negociar tanto con la gente, las calidades dispares de estudiantes y profesores, como con realidades a crear desde esta complejidad, mas compleja por su novedad que por su propia condición intrínseca. Negociar en estos órdenes, es profundizar la democracia, es generar ambientes de aprendizaje e investigación donde la participación y el compromiso se hacen lo cotidiano.

Entonces, no hay arquetipos ni ejemplos a copiar. Hay que inventar. Pero inventar en respeto a lo que existe y desde ello mismo. No sólo porque hay la carga y responsabilidad con personas ya embarcadas sino porque ninguna construcción o invento se hace desde la nada. Se hace desde lo que ya se es.


-La separación de la acción educativa, su institucionalización, del lugar donde se producen los hechos y y experiencias que dejan apredizajes entubados causada, entre otras cosas por dos motivos: 1. Los hechos y experiencias se fueron acumulando como información, en libros, documentos y memoria de alguna gente qu4e con el tiempo dejaron de ser operarios de talleres , para ser maestros enseñantes en salones de clase 2. Se asoció la posesión de informaciones con la posibilidad de inculcar alguna fe o creencia política es decir se podía ideologizar la información al comunicarla.

Al separar la información sobre la experiencia de la experiencia misma se creo y un escenario, una cierta realidad académica, escolar. Y, con ella, un discurso una manera de representar y decir y sobre todo de escribir las experiencias con códigos y estilos particulares es decir se creó también lo que algunos teóricos llama “lenguaje de salón de clases”. Así toda experiencia al llegar a los recintos de educación, a las escuelas y universidades se transfiere a esa realidad y se traduce a “lenguaje de salón de clase”. De manera que para aprender hay que entender ese lenguaje de salón de clases, y toda la parafernalia y valores que acompañan esa realidad escolar, académica de la cual también forma parte el conocimiento propuesto para ser aprendido.

Para no fracasar en la institución educativa hay que aprender a navegar en esa realidad. Algunos, miméticamente, aparentan saber esa navegación. Otros realmente aprenden a hacerlo.

La realidad exterior a las escuelas demanda que los que pasaron por ellas tengan la capacidad para retraducir lo aprendido en ellas de manera de que sirva para vivir en esa realidad exterior. Esto tiene que ver con muchas cosas: con la fuerza subjetiva del aprendiz, du dignidad y confianza en sí mismo, con la receptividad social que se le de al egresado o venido de las escuelas, con la pertinencia social de lo aprendido y con las maneras mas o menos flexibles en las que aprendió.

No es fácil, entonces, establecer lo que debemos entender por calidad de la educación. No se refiere simplemente al grado o nivel de verdad, profundidad o trascendencia de lo que se predica o de lo que se logra aprender.

Esto y otras cosas que se dan en las formas de evaluación y relación que se dan en las escuelas y universidades, expresan valores subyacentes a los sistemas educativos y sus curriculos. En otros escritos he dicho que esa realidad, esos valores corresponden a la cultura moderna, occidental.

Si estamos de acuerdo en que toda persona es educable y que toda persona tiene derecho a la educación tenemos que aceptar, entonces , que estas característIcas de la educación formal, del sistema educativo, resultan entonces excluidoras y selectivas. En el sistema solo podrá permanecer o prosperar aquellos que cumplan esas exigencias de comprender esos valores, el lenguaje de salón de clase y apropiarse de los conocimientos así impartidos.

No se cumple la ley constitucional Las aptitudes, vocación y aspiraciones (Art. 107 de la constitución) no son otras cosas que componentes de la diversidad, una diversidad que no congenia con la supuesta uniformidad de la propuesta educativa formal que comienza con el preescolar o educación inicial y pretende culminar con la educación superior, preferiblemente universitaria en una carrera de prestigio. A este choque de valores me he referido varias veces y es el que, aunado a las limitaciones socieconómicas, aparece como causante mayor de exclusión o, visto desde el lado contrario, implica mayores problemas para la capacidad de las instituciones educativas para conservar, retener, su estudiantado.

Lo otro es abrir progresivamente la estructura educativa de manera de que esté en condiciones de negociar con la diversidad propia e inevitable de los estudiantes. Esta apertura, esta disposición a negociar con el estudiante ha estado en la búsqueda de las pedagogías constructivistas contemporáneas.

La negociación implica muchas cosas. Entre otras es que no todas las personas están en disposición, aptitud, vocación o capacidad de aprender y ejercer todo oficio por lo que se tratará de buscar la mejor manera de orientar esa negociación para que la gente encuentre el aprendizaje y el oficio que mejor le cuadre.

Hay un sentido que se ha ensayado y funciona. Lo hemos llamado, a falta de un nombre más adecuado y fluído “educación virtual –presencial– en sitio”.

Virtual porque antes se requería para transmitir la información que mágicamente debería producir aprendizajes requería la existencia de informadores preparados, es decir profesores formados, bibliotecas físicas y recintos adecuados para suministrar esa mágica información se diera (salones de clase). Ahora esa información puede ser suministrada con la ayuda de computadores, discos y e internet, en volúmenes, velocidades y disposición que ningún punto profesor-informador o biblioteca puede igualar.

Presencial, porque a diferencia de las educaciones a distancia o por correspondencia donde el estudiante se enfrenta a libros o profesores ocasionales solo, aquí debe estar agrupados en grupos autogestionarios estables que garantizan el proceso de interacción social necesario para establecer y profundizar los aprendizajes y además asumen el trabajo de administración y organización de los estudios con la presencia oportuna de profesores-facilitadores que le dan apoyo, continuidad y vínculo institucional a cada grupo.

En sitio por que el curso principal de las investigaciones, discusiones y aprendizajes está marcado por las exigencias de sitios, de lugares donde se generan problemas y demandas relativas a la carrera que se estudia. De esta manera los problemas y proyectos que así surgen reemplazan, cuando ello es posible, el tradicional abordaje disciplinario y segmentado del conocimiento.

Esto lo hemos ensayado con estudios de educación y promoción social y es posible realizarlo con otras carreras profesionales como medicina, en cuanto que los “sitios” para generar problemas y programas son las escuelas, los hospitales, las comunidades.

Pero en todo caso, un cambio y una ruta de estas características requieren la formación previa de un proyecto y del personal de promoción, aplicación y facilitación. No como una improvisación que descuide la calidad que debe acompañar a todo el proceso. Y en esto, la calidad de la educación no sólo se refiere a los contenidos y aprendizajes que propone sino también a su capacidad para retener en su seno hasta su feliz culminación, a los estudiantes que se le incorporen. Esto va más allá de la calificación como simple egreso y culminación de un numero seleccionado de incorporados, de ingresados, se refiere a su capacidad para retenerlos y llevarlos a lo que se estima como grado o suficiencia para un desempeño social adecuado en un oficio necesario para la sociedad.