¿AMANECE EL ENTENDIMIENTO?

Arnaldo Esté

arnaldoeste@gmail.com

@perroalzao

15 DE ENERO 2016


En los acuerdos del miércoles en la Asamblea Nacional, uno siente como si unos necesarios operadores políticos hubieran comenzado a actuar. No tengo datos, pero el renacimiento de algunas televisoras y periodistas, que han recomenzado a ofrecer imágenes diversas, muestran caras de otro cuño. Más allá de los prepotentes vociferantes que ocultan toda sutileza o profundidad, y que ojalá pasaran pronto de moda, como aquellos cómicos que buscaban cámara y risas baratas a costa de tortazos.

Despejar los procedimientos y ubicar los papeles de cada quien y de cada institución, aun dentro de la crisis general, es primordial para poder entrarle a las cuestiones urgentes: comida, medicinas, inflación, divisas y cambio, seguridad…

El pronóstico es grave. Hay que traer (o producir) millones de toneladas en alimentos, medicinas, materias primas, maquinarias, transportes, repuestos. Tal vez ni siquiera haya para pagar los sueldos devaluados de los empleados o mantener funcionando los servicios básicos, agotado y/o malversado como está lo que se debería haber ahorrado para este tiempo de vacas flacas.

Datos a los que hay que agregar el cuadro ético. La confianza de la gente en sus propias capacidades para producir y crear. La frustración que deja un proyecto fallido.

Cosas sobre la que se ha escrito y hablado mucho y que preocupa también al entorno internacional y sus organismos.

Aquí, gremios, universidades, Conferencia Episcopal, especialistas e investigadores y, sobre todo los votantes y sus elecciones muestran crecientemente su aflicción y recomiendan el diálogo.

Hay que llegar a acuerdos. La magnitud de esos problemas necesita esfuerzos conjuntos, auú cuando haya que revisar (o reeditar) algunos juramentos y pedirle menos a los símbolos dogmas y fidelidades, con la sensatez política que habría que esperar del gobierno, si quiere conservar sus menguadas fuerzas.

No hay manera de voltear las miradas para ignorarlos, como ya pretenden algunos ministros recién nombrados. Son cosas y hechos que obligan al gobierno a cambiar, a abrirse a la negociación o, incluso, a votar tierrita.

Esos operadores tendrán mucho trabajo. Aún, para hoy, no conozco el programa económico del gobierno, pero tendría que ir por caminos como estos: el precio del petróleo y su potencial inflacionario, la consecución de créditos inmediatos para alimentos y medicinas negociando con los proveedores, nacionales y extranjeros, los pagos y fiaos pendientes, la confianza legal para productores e inversionistas… agregando a todo ello los mensajes y señas necesarias para mantener cierta calma tanto en las colas, sus hambrientos militantes y los radicales de oficio. Son medidas y decisiones que, mayormente les toca tomar al gobierno, pero que requerirán apoyo o medidas complementarias de la oposición.

La cosa, incluso, puede llegar a ser más grave y escapársele incluso a estos operadores. Y la guerra o los golpes de estado siempre son más graves: hay que mantener dominados o sin nervios, a los potenciales gendarmes y a los saqueadores de oficio.

El cambio o no de gobierno hay que inscribirlo en esta vorágine. No la tendría en almíbar el “nuevo” gobierno. Y si tal cosa pasa, sería de desear que encontrara cierta ruta de entendimiento ya aprendida.