Como en el viejo cuento del lobo: lo que puede ser una alarma se torna una rutina. Nadie termina por pararle a la alharaca.
De por sí no es grave la alharaca, es otro distractor, pero sí es grave que los gritos y amenazas destempladas, marchen por un lado y que el país se hunda en su crisis general.
Uno entiende lo del desespero, y los psicólogos y sacerdotes tienen libros y libros al respecto.
Pero la prioridad que merecen los problemas no quiere mostrarse.
Uno sabe, y ese saber no es un privilegio, que la cosa, que la revolución fracasó. Que no cambió ninguna institución y que se quedaron en misiones provisionales y negociaciones de compra venta con la conciencia de la gente. Y para esa negociación se acabaron los reales. Ahora estamos peores y limpios.
No se quiere sincerar la cosa porque la única causa que pervive es la preservación del poder político-militar.
Desde estos mismos escritos, en este diario-bandera, hemos propuesto diálogos y entendimientos para llegar a un gobierno de coalición. Una necesaria coalición para juntar esfuerzos y entrarle al desastre, a la reconstrucción. Pero al oír –y ver, porque tiene una gestualidad estándar y heredada– se ve eso muy difícil. Mis amigos y colegas, apresados en el escepticismo, me desalientan.
Pero barranco abajo el gobierno tendrá que mirar para los lados. Luego de pelear con media humanidad y forzar a los petroamigos a dar, más que apoyos, condolencias, se encontrará en silla de castigo frente a una pared de solitario.
Perderán las elecciones parlamentarias, téngalo por seguro. Y el nuevo congreso (Asamblea Nacional, digo) será, lo que ahora para nada es: interesante. Los nuevos diputados tratarán, más allá de los acostumbrados desplantes escénicos, de voltear las tortillas, desafueros y corruptelas. Lo que ahora el ventajismo y el fraude-lento ocultan saldrá afuera de una manera que hasta los más fieles terminarán por asquearse. ¿Y era verdad todo eso?
Además de eso, de las necesarias denuncias, se deberá intentar acordarse para adelantar un proyecto, una propuesta integradora para el País.
Los derrotados fieles tratarán de hacerse decantar la doctrina verdadera. El Socialismo del Siglo XXI legítimo. El comando genuino y ahora falseado por interpretes balurdos. Pero revisando la literatura oral –la escrita no va más allá de cincuenta páginas– no le encontramos novedad ni profundidad para arraigarse. Tal vez si perviva el arraigado y abusado paternalismo de largo cultivo histórico, desde el Taita Paéz y hasta esta última versión. Un paternalismo, que se volvió populismo y que solo el trabajo, la crisis general actual y la creatividad podrían superar.