Uno oye las cuentas de los economistas, ve y milita en las colas de creciente longitud y no puede sino pensar que dentro de poco tiempo el gobierno no tendrá con que pagarle a los millones de empleados y pensionados. Esto lo sabe bien el ejecutivo y por eso sus ministros no van a informar a la Asamblea. Eso de los “secretos de estado” no funciona. Inconvenientes serían las respuestas, no las preguntas.
Se agota el gobierno, ahogado si no es que chapotea en sus credos y prácticas funestas, en su ineficiencia, cosas que ahora es urgente dejar atrás, tomando el curso de profundizar la democracia buscando el entendimiento
*Una ideología confusa, anacrónica, mal armada, con auxilios extraños y no coherentes. Un socialismo, de los muchos conocidos, ensamblado con retazos.
*Un método, una política, que ejerce el mito de que la predica, la lección, la información se transforman en cambios humanos y sociales.
El Socialismo del Siglo XXI resultó ser una cirugía reconstructiva. El socialismo, como muchos términos de la jerga política, surgió de las discusiones entre los políticos y combatientes sociales ingleses, franceses y luego alemanes del siglo XIX, que se identificaban con las luchas y necesidades de los pobres que en número creciente acompañaban a la creciente sociedad industrial occidental.
La organización racional de esas propuestas y reclamos llevó a diversas propuestas políticas y argumentaciones que incluyeron pensadores sobresalientes.
Pero fue la Revolución Soviética de 1917 la que oficializó los escritos y proyectos precedentes y una manera de estado y poder, la Dictadura del Proletariado que habría de instaurar el socialismo como vía hacia el comunismo. Monopolio estatal de los medios de producción, distribución y comunicación controlada.
En la Unión Soviética y luego, en muchos otros países, surgió esa política, esa pedagogía, ese método: Stalin pensó y ejerció la pretensión de imponer el socialismo con la prédica, el culto mesiánico a su personalidad y la imposición compulsiva. Hegemonía sobre los medios de comunicación y la educación. Setenta años pasaron y el hombre nuevo, socialista nunca se logró.
En Venezuela, el actual gobierno desde sus comienzos y en correspondencia con las vocaciones y aptitudes del anterior presidente, le rindió y se le sigue rindiendo, como hemos visto en las comparecencias recientes, el culto a la lección, a la prédica, en la falsa creencia de que la lección, la prédica, de por sí, genera conocimientos y cambios.
Pero la lección no pasa de tener fuerza informativa.
La palabra es un evocador cargado que puede explotar al ser oída. La lección es un dictamen que no espera explotar sino ser acatado, es una ristra de vocablos con una dura estructura. La vida humana está hecha con palabras.
Las aulas, que son el ámbito de las lecciones, odian las palabras y sus explosiones. Por eso se les requiere a los estudiantes que estén atentos y en silencio.
La lección es un cartabón autoritario.
Pretende transmitir conocimiento, pero el conocimiento no puede transmitirse. Solo existe en la persona, no es cosa. La lección puede llevar información, pero para que la información se transforme en aprendizaje, en conocimiento debe haber construcción, interacción, participación desde el acervo, memorias y experiencias de cada quien.
El gobierno, desde sus comienzos, está –y sigue– dando lecciones creyendo que ellas lograrían al hombre nuevo. Fue el eje encadenado de su gestión en la voz de un excelente animador. Pero esas lecciones también fracasaron. No tenían la potencia explosiva de la palabra libre.
En esa condición, el chavismo, como otra "ultra" será auto digerido, adecentado y se agregará a los muchos socialismos del repertorio político mundial.
Los cambios sociales se dan. Es cosa de los humanos. Pero no se decretan, no siguen lecciones. Son cursos inveterados y deliciosamente complejos al escaparse de las ciencias y sus leyes. Uno puede tratar de comprenderlos, pero ahora, estoy seguro, la democracia profunda es lo más parecido y adecuado a ese caótico curso de los cambios sociales.
En esta crisis general, que podría llegar a ser fértil más allá de su tragedia, la vía, el método, es la profundización de la democracia, que supone, que requiere entendimiento, negociación, diálogo.
Una pedagogía social, una educación que construya los valores y las competencias necesarias.