La limosna, que aparece predicada por muchas religiones, me suena siempre como cosa feudal. Como compra perversa de conciencia, como negación del otro al convertirlo en mendigo y fortalecer la condición de amo a la vez que le paga el peaje para la eternidad. La limosna no soluciona, pero si condena.
Otra cosa es la solidaridad. El juntarse para resolver. El esfuerzo compartido.
El cuadro es de picaresca realista y lacrimosa: una presidencia, mendicante, que recorre el mundo suplicando limosnas, limosnas que, como todas, no son gratuitas: además de la dignidad se hipoteca al País.
Pero más allá de esos daños inmediatos, queda, como daño permanente, la profunda dependencia que esa relación instala –y ha instalado– en la historia y conciencia de la nación.
Ya me he referido a esto, y muchos lo han hecho también, a propósito del populismo: esa técnica enajenante del arsenal político. Pero ahora el cuadro, presionado por el olor de la derrota, pone en rima la tragedia fronteriza, ese pogromo de migrantes inculpados, con el cuadro del gobernante con la mano extendida y la mirada desde abajo: grave lección para nuestros niños. La tenencia de sí mismo, como sujeto éticamente quebrado. Que es ya la condición de buena parte de los venezolanos. Insisto en esto porque es el problema mayor. El desastre económico, la violencia hecha norma, la salud acorralada, las instituciones estatales serviles y disfuncionales, todo eso converge a una crisis general que es cuando esas diversas tragedias saltan a establecer un extravío ético.
Salir de esto es difícil y a largo plazo. Exige una unidad de toda la nación que, en un proceso de transición, conforme un gobierno de coalición que asuma esa tarea de cohesionar, de recuperación ética.
Me viene a cuento, como muestra de inteligencia florentina, la movida del griego Alexis Tsipras. Primero juega a lo radical en un referendo, propiciando apoyos de la gente y hasta de los incondicionales y confusos revolucionarios vernáculos. Con ese apoyo embolsado, renegocia con la Troica (Comisión Europea, Banco Central Europeo y FMI) aceptando la herejía de su nuevo endeudamiento con sus terribles condiciones. ¿Principios?, ¿Socialismo?, ¿Izquierda?... Y regresa a la consulta, buscando una coalición con una anteriormente severa oposición y el inevitable y resignado ciudadano común. En la política la dignidad es incómoda. Hay vías más eficientes.