Una mentalidad simplista parece regir los enunciados y la toma de decisiones del gobierno. Una tradición sembrada de gobernar al país con el micrófono. Cosa que crece con el fracaso generalizado de la revolución y la proximidad de una derrota electoral. Ese monstruo asusta y el desespero no puede esconderse.
Las fronteras, los linderos, son espacios habituales de conflictos: entre una familia y otra, entre una vivienda y otra, entre un barrio y otro las diferencias, si no existen, se inventan. Es espacio y momento de las identidades. Pero no por eso el vecino es enemigo o sustancialmente diferente.
Como ocurrió en Venezuela, el petróleo provocó una migración precipitada. En Venezuela la concentración urbana llego en pocos años a más de 90% y, según las cifras, generalmente elusivas y mal soportadas del gobierno, migraron huyendo de guerras y penurias y también atraídos por ese mismo petróleo y sus bonanzas juguetonas, más de cinco millones y medio de colombianos a Venezuela.
¿Cómo son esas personas? Ellas están en todas nuestras familias: esposas, hijos, sobrinos, parientes. Están en todos los oficios: artesanos, buhoneros, llaneros, cosecheros, albañiles, mecánicos, empresarios. Imbricados sin disección posible en todos los actos y grupos sociales y, sobre todo, totalmente imprescindibles, tal como lo son también los barranquilleros en Bogotá, o los gochos en Caracas. ¿Se puede comprender o imaginar a una Venezuela sin colombianos? ¿Una parranda sin cumbia, una fiesta sin vallenatos?
Pero también hay malandros, asesinos, mafiosos, paramilitares, guerrilleros, paracos o elenos, viejos amigos de la presidencia venezolana. Y, con no muy antigua existencia, carteles y mafias, de poder y omnipresencia en profunda complicidad con, a veces palurdos y poco sabios, compinches de alto poder en Venezuela.
El daño es grande. La incapacidad de muchos militares para hilar con respeto o finura las relaciones humanas, nos lleva por caminos que pueden tener difícil retroceso.
Los chismes ahora hablan de conflictos entre esos carteles que llevaron a atentados, delaciones y otro tipo de hechos, frecuentes en la densa maraña de intrigas, exacciones y violencias relamidas frecuentes tanto en la realidad como en la abundante y muy especulada literatura negra. Alguien debe saber lo que hay detrás de esos chismes y alguna vez, como siempre ocurre, serán paridos.
La deportación de un pueblo entero eriza las más duras sensibilidades. La separación de familias perturba los amores maternales y descubre la poca sustancia de sus prédicas ideológicas.
Con infantil celeridad se ha pasado de la mal llevada trifulca con Guyana a este turbio pleito, con tufo de manejo electoral.