Uno puede pensar, con necesario optimismo, que lo que está ahora ocurriendo en los ambientes políticos, entre gobierno y opositores son unas fintas, requiebros, regates, amagos, engaños, disimulos. Al ver las cadenas y tómbolas del gobierno tengo que recordar el famoso Haka de los jugadores del equipo de rugby All Blacks de Nueva Zelanda, antes de un partido.
En un tono fuerte marcan las distancias y propósitos mayores tal vez imposibles de lograr, pero que puedan ser el preámbulo, casi siempre existente, de un entendimiento, de una negociación.
Incluso, hay chismes –el anfiteatro digital de Internet es ideal para los chismes– de que ya hay conversas. Esto podría presentarse como perspectiva si no se toma en cuenta un tercer equipo y apremio, lo que está ocurriendo en la calle y en todas partes: la crisis crece por días y con ella no solamente la penuria y la mengua, sino el profundo daño ético que se le hace a la nación. Un daño que, como muchos ya advierten, podría tener insólitos cursos.
El cuadro del gobierno es confuso y resulta difícil establecer grupos, jerarquías o tendencias en un bosque de desconfianzas y malicias, en el que los aplausos y risas obligadas no pueden ser ocultados a unas impúdicas cámaras HD.
Los servicios de información, policiales, militares o importados, seguro que han alertado sobre el acantilado y lo difícil de usar paracaídas. Tampoco se pueden excluir los consejos de seguir las experiencias de muchos retornos, sobre todo el de Ortega en Nicaragua: ¡Paciencia que sí volverán!
Sabemos, que más allá de los alardes y fintas, las mejores negociaciones tienen que ser discretas para que los discursos y asambleas no incomoden las sutilezas, y el “ganar-ganar” se vuelva un argumento que oculte la derrota y apacigüe a los caletreros.
No basta, entonces, la simple negociación de dos factores. En ella tiene que incluirse que los daños ya causados y sufridos no deben incrementarse y que los inevitables acuerdos internacionales a los que haya que llegar, coloquen al país en una necesaria recuperación ética.
Si yo me equivoco y si no son puros amagues lo que contemplamos, sino reales decisiones de buscar la confrontación y la violencia y agregar a la crisis general el desguace físico, habrá que contar también la negación de toda inocencia. Los más entogados, uniformados y condecorados, cargarán con las culpas.