LOS CREDOS FUNESTOS DEL GOBIERNO.

LA NECESIDAD DE PROFUNDIZAR LA DEMOCRACIA


ARNALDO ESTÉ

arnaldoeste@gmail.com

@perroalzao


La reflexión sobre el curso del gobierno en despedida revela dos falsas líneas, dos falsos conceptos que lo llevaron al fracaso:

- Una ideología confusa, anacrónica, mal armada, con auxilios extraños y no coherentes. Un socialismo –de los muchos posibles–, armado con retazos.

- Un método, una política, que ejercía el mito de que la predica, la lección, la información se transforman en conocimientos, valores y competencias.

El socialismo, como muchos términos de la jerga política, surgió de una confusión de los políticos y combatientes sociales franceses del siglo dieciocho que identificaba las luchas y necesidades de los pobres que en número creciente acompañaban a la naciente sociedad industrial occidental.

La organización racional de esas propuestas y reclamos llevó a diversas propuestas políticas y argumentaciones que incluyeron pensadores sobresalientes, muchos de ellos llamados luego “utópicos” y más tarde “reformistas” o también anarquistas. Saint Simon, Proudon, Bakunin, Marx, Engels, Tomas Moro… Surgieron con ellos diversas agrupaciones y partidos políticos que no solo luchaban contra los estados, sino entre sí, con mucha y sangrienta frecuencia, como ocurrió durante la Comuna de Paris en 1848 (*). Y la socialdemocracia luego llamada reformista, el socialcristianismo con el que varias veces se trató de conjugar las encíclicas básicas del cristianismo con los cambios sociales.

Pero la Revolución Soviética de 1917 oficializó una manera de estado y poder que organizó con tono oficial. Los escritos precedentes, sobre todo los de Marx y Engels: un socialismo que pretendía llegar a ser alguna vez “comunismo” en realización social tanto de los viejos utopistas como de las propuestas de Marx y Engels y qué ya habían fracasado en sus versiones políticas y partidistas.

En Rusia, decían los escépticos, no había las condiciones de desarrollo industrial necesarias para construir el socialismo.

Pero surgió una política, una pedagogía, un método: Stalin pensó y ejerció la pretensión de imponerlo con la prédica y la imposición compulsiva. Hegemonía sobre los medios de comunicación y la educación. Setenta años pasaron y el hombre nuevo, socialista, no terminó de lograrse: las prédicas, las lecciones, la educación concebida como prédica impuesta y autoritaria no lo logró.

Con Mao Tse Tung y Fidel Castro se repitió y fracasó esa política, ese método, esa pedagogía social, esa manera de relación social: predicar para cambiar la conciencia.

Con ella fracasa esa pedagogía, esa forma de relación social a propósito de los aprendizajes y la formación humana.

Ahora la reconstrucción de nuestro país obliga la reflexión sobre todo eso: hay que profundizar la democracia como método.

No se trata de regresar a la democracia burocrática donde se cultivó el chavismo. No se trata, simplemente, de revocar la democracia autoritaria y su pedagogía chavista: hay que profundizar la democracia y eso es un ejercicio, una práctica que tiene que ver con lo que pasa en las aulas, hay que cambiar las relaciones autoritarias, leccionarias que en ellas dominan y donde se sigue incubando el autoritarismo político de cualquier gobierno.

- LA REGRESIÓN: DE LA DEMOCRACIA BUROCRÁTICA Y COGOLLERA SE PASÓ A LA DEMOCRACIA AUTORITARIA. AHORA NO HAY QUE REGRESAR.

- HAY QUE PROFUNDIZAR LA DEMOCRACIA COMO MÉTODO PARA LA RECOSNTRUCCIÓL DEL PAÍS.

Las prédicas pueden llevar a la guerra pero no al cambio de valores. Pero la guerra sí puede llevar a ello.

- Una ideología –un socialismo de los muchos posibles– mal armada, anacrónica, importada e inadecuada.

- Un método, una política, predicativo, leccionario, autoritario.

- El valor de mayor fuerza en la constitución: la participación, es fuertemente negada y contrariada cuando el curso de la sociedad está predicado autoritariamente. No se madura ese valor con una práctica consecuente.