El mercado negro es un vehículo contagiante de la corrupción, que de común llega a ser poco notorio. Dicho de otra manera, si todo el mundo bachaquea se legitima la corrupción. Las leyes deslegitimadas terminan por extinguirse. Uno también se habitúa a la violencia que viene siendo habitual y cercante como ahora lo es ese trajín de subsistencia que es el bachaqueo. Un agregado al populismo rentista.
Más allá de los daños sociales y económicos evaluables en cifras y hechos, que el gobierno ha causado al País, están los daños morales que más allá de los comportamientos van a lo ético, a su cohesión. Un daño que, en su profundidad, resultará el más difícil de superar: llevarnos a creer en nosotros mismos, nuestra capacidad para trabajar, producir y crear. Las ruinas de una vergüenza comprada con donaciones y promesas. Cosas de una dignidad rota.
Se anuncia, por fin, la fecha de las elecciones. Un anuncio precedido de un largo silencio que, acostumbrados como estamos a los atropellos, nos hacían pensar en una olla, en un guiso, que birlara los logros que los opositores tendrán en esas elecciones. Pero cuando el CNE se ufana de saber contar votos, con una tecnología a prueba de grietas, olvida el daño que hace a la moral del País cuando mira hacia otro lado para no ver e intervenir, como debe, contra el uso ilegal y corrupto de los bienes e instituciones de toda la Nación para propagandear partidistamente, sus personajes, consignas y acciones.
Eso se hace tan regular y persistentente que uno casi piensa que no hay remedio, que tiene que ser sí.
Las televisoras, sobre todo en el canal 8, de todos los venezolanos, y radios, la Fuerza Armada, la censura con amenazas y persecuciones, el pase de lista y control de los asistentes, los espacios: teatros, cines y, particularmente, el Teresa Carreño que se arruina y seca como auditorio del oficialismo.
Todo eso es lo que hemos llamado el fraude-lento.
No es que vayan a ganar las elecciones con esas marramuncias, dadas las cifras que muestran las encuestas, sino el daño moral que causan al País, la señal de “todo se vale”.
Tan acostumbrado se han vuelto los gobernantes al poder que ante las notas de su pérdida o disminución, entran en berrinche, patalean y amenazan, descomponen lo poco de compostura que han tenido hasta la nota curiosa y con sabor a ranchera, de pedirle a los candidatos que firmen una renuncia anticipada, una vacuna contra el salto de talanquera. Se anidaron en el supuesto derecho de la revolución a justificar cualquier hecho por los grandes logros que vendrían: no aparecen los grandes logros pero si el gran desastre.
Vendrá el triunfo electoral, necesario e importante. Quedará pendiente la reconstrucción y el acopio de fuerzas para ella.