Se ganarán las próximas elecciones y, muy probablemente, con una importante superioridad. Entre otras cosas, las señas desesperadas de los jefes del gobierno lo evidencian. Eso de confesarse delincuentes y violadores de la comunicación privada y apresurarse a sustituir con fieles –más fieles– las jubilaciones terminales del Tribunal Supremo (supremo!!) de Justicia, lo revelan. Pero ni con mucho la cosa estará hecha. No es asunto de regresar a un pasado fracasado que nos trajo a este presente.
Se tratará de construir un país.
Por mucho tiempo, y tal vez desde su nacimiento, el camino estuvo errado. No fue propiamente un camino de construcción. Desde el desastroso siglo de la independencia y el caudillismo cívico militar –que ha gobernado casi toda nuestra historia republicana–, que arrasó el país y lo convirtió en un territorio de migrantes hambrientos y sin proyectos, con valores muy débiles y comunidades disolutas y de tradiciones cortadas. Para completar, el petróleo, negro carato con pensamiento propio e incomprendido, abonó la emergencia de nuevos líderes, también cívico-militares, mesiánicos y resolvedores. Soportado con ese negro carato emergió un populismo muy útil para soportar dictadores, argumentar políticos y envilecer, más aun, la ya pobre dignidad de la gente.
Así que la tarea mayor de la construcción no es propiamente económica, aun cuando ésta jugará un gran papel. La construcción es principalmente ética: lograr que la nación, cada comunidad y cada persona sean los sujetos de esa construcción. Que puedan llegar a sentirse constructores y socialmente integrados. No mendigos o clientes de colas interminables.
Esto es complejo, difícil y largo. Más aun con el elenco político actual: los del gobierno con los cabos sueltos en un país hecho fango de desastres. Con unos opositores que tratan de amarrar otros cabos para lograr una actuación coherente ante unos adversarios que resultaron muy incapaces, pero que en la oposición – siempre más fácil que gobernar- medrarán en la crisis general y la escases que ya sembraron, obstruyendo cada proyecto.
En lo inmediato habrá que tomar el curso de una profundización de la Democracia, como metodología de búsqueda, producción y creación. Una necesaria perseverancia en el curso de una profunda participación, evitando las trampas de las venganzas y retaliaciones.
No saltar de una ideología a otra también de sustancias mayormente proyectadas. Es la búsqueda y creación de propuestas y proyectos adecuados a esta condición histórica ya mentada y a nuestras peculiaridades sociales y ecológicas.