La tarjeta única no sólo es una manera eficiente de realizar la voluntad de los opositores, también es un símbolo muy importante de la unidad.
Hay maneras de conciliar las diferentes opciones con un símbolo, tarjeta única, sin que desaparezcan las versiones partidistas.
No objetamos la inevitable y también deseable diversidad política. Es una nota antiautoritaria y fértil de los tiempos. Pero la crisis general y la muy menguada democracia actual, obligan a concentrar esfuerzos y a pastorear, con elaborados recursos, esa diversidad.
Muchas son las observaciones que habría que hacerle a la MUD. Su poca sutileza política, sus manejos gruesos y con poco estilo. La falta de una síntesis propositiva y, para las necesidades electorales, la ausencia de símbolos: un tema musical pegajoso, una imagen (no un logo) de fuerza, un lenguaje compartido.
Cosas de estilo, digo, para lo que se puede encontrar buenos diseñadores de imagen. Buscar una frescura que contraste con el sórdido espectáculo del gobierno.
Un gobierno que se muestra como una desordenada reunión de unos, ya precozmente tradicionales, que mal navegan entre retazos de sueños de vago recuerdo. Y otros, que tratan de adivinar las jugadas adecuadas, porque nunca llegaron a entender la maltrecha ideología del Socialismo del Siglo XXI.
Pero todos, unos y otros, curtidos por quince años de esa itinerancia por rumbos confusos, se atrincheran en un uso cada vez más torpe del poder.
Lo cierto es que la crisis general lleva a todo el País a su agotamiento y con esto a un triunfo de los opositores en las inevitables e ineludibles elecciones parlamentarias, pese a los misterios, nada inocentes del CNE.
Ese nuevo parlamento no las tendrá fáciles. Las demandas y carencias actuales habrán crecido hasta niveles desesperantes, por lo que tendrá que atender tanto el enderezamiento de las caídas instituciones, como medidas de atención a la gente que corresponderían a un poder ejecutivo en parálisis progresiva.
La tarjeta única puede ser una buena señal de una necesaria disposición reconstructiva.
+++
Me obliga a este comentario final y al margen, el desastre de la FIFA y su banda de gerentes. No es necesario decir que el futbol es el evento que más convoca, superando mucho a cualquier otro. Así que es un gran referente, en este caso un maléfico referente. Mucho más perjudicial que una guerra o un genocidio, le da legitimidad a la corrupción, que ahora viene de Europa, de Suiza y coloca en muy bajo nivel las opciones de la condición humana.
El mal está hecho y tomará mucho tiempo recuperarse de ese daño.