La ausencia de informaciones oficiales hace difícil la reflexión argumentada. Afortunadamente las universidades han trabajado muy eficientemente y producido ENCOVI, la encuesta de condiciones de vida en Venezuela.
Encovi (barometropolitico.com/wp-content/uploads/2015/01/03.pptx) nos dice que los ocupados en el País se reparten así:
• Empleados y obreros en el sector público: 35%
• Empleados y obreros en el sector privado: 26, 2%
• Por cuenta propia: 30,2%.
De estas cuentas uno puede inferir que solo una minoría (26,2%) de los trabajadores están sometidos a una disciplina obrero-patronal: lo que sería la “clase obrera”.
No es nuevo decir que Venezuela, como muchos otros países, está más allá de las ideologías tradicionales y sus explicaciones.
Uno puede colocarla, simplificando las cosas, bajo el paraguas conceptual de la informalidad: una sociedad informal, en la medida en la que lo formal está referido a Occidente, a la formalidad de la sociedad industrial occidental.
Pero la informalidad ha generado, como siempre ocurre en los procesos sociales, otra formalidad. Una compleja manera de relaciones que coloca su énfasis en la redistribución de la renta. Sobre todo, de la renta petrolera y en competencias correspondientes. Esa otra formalidad, por ejemplo, asimila la escasez y genera el bachaqueo: un eficiente acomodo. También esa otra formalidad está pendiente del poder, del gobierno, que maneja la renta como fuente de oportunidades. No obstante, también esa misma escasez ahora la perjudica mucho: tiene que rebuscarse. Un rebusque que con frecuencia se torna violento, incitado por el ejemplo gubernamental que ha hecho de las leyes y las instituciones territorios turbios.
El trabajador por cuenta propia (artesanos, médicos, abogados, buhoneros, mecánicos automotrices…) trata de funcionar con la inflación: compra más caro y vende más caro, tanto la mercancía como su trabajo, en tanto que los empleados y obreros públicos o privados no pueden hacer lo mismo, están sometidos a salarios establecidos. En ellos se aposentan ahora grandes tensiones.
En esta condición las recetas y caminos repetidos, paquetes o medidas estándar encontrarán severas dificultades, como ya las ha encontrado el confuso programa del Socialismo del Siglo XXI.
El camino tendrá que tomar por la diversificación e incremento de la producción, lo que no es novedad decirlo y ya fue probado con superficialidad. Lo que sí es muy importante decir es que el asunto no es sólo de naturaleza económica, sino que entra en el más complejo de la ética y los valores. Es el terreno de la educación.