La ideología refiere, sin que sea necesaria mucha distinción, a ideas o a símbolos. Pero es, fundamentalmente, una manera occidental-moderna de proponer la comunicación y el juego social.
El ideólogo atribuye a las palabras poderes generatrices, es decir le atribuye propiedades –alma y fuerza generatriz– propias de todos los valores. Proponiéndoselo o no, cae en aquello de lo cual se quiere fugar, de la propia religiosidad de las verdades reveladas.
Esta condición fideica de las ideologías nos puede explicar la violencia que con frecuencia alcanzan las luchas ideológicas, en niveles tales que no se diferencian mucho de las luchas religiosas. Uno podría pensar, por lo contrario, que siendo las ideas, la materia de la razón, los conflictos se podrían resolver “razonablemente”, pero es raro que ocurra así. Los conflictos ideológicos no necesitan mucho impulso para que la gente se vaya a las manos.
El portador de una ideología, de la misma manera que cualquier creyente, hace de las palabras banderas, estandartes, íconos que procurará implantar en los demás, no tanto por sus significados o contenidos evocados, como por su propia fuerza formal o estética. De tal manera que la repetición de esas palabras, su cita o enarbolamiento, bastará para que se considere a su emisor como ser “concientizado”, fiel y merecedor de confianza con las prebendas y privilegios consiguientes. Se torna “uno de los nuestros”, hombre del partido.
El término socialismo, por ejemplo y en su importancia inmediata para nosotros, remite a una ideología, independientemente de que sus contenidos actuales y para nosotros, hayan sido expuestos o no estén claros. Como afamada bandera llamará a la identificación, a la fe, a la trinchera y en su nombre se acusarán infieles, blasfemos, apóstatas y se invocará la trascendencia, la vida o la muerte. Ocurre, para nosotros los venezolanos, lo que ya ocurrió con dioses y santos importados o impuestos desde la conquista española: las realidades tendrán que amoldarse a sus características y propiedades. El “proletariado” es el término que designa a un arcángel salvador, una suerte de San Miguel que, espada en mano, deberá acabar con el demonio “burguesía”. Se simplifica el estudio y la comprensión de toda posible complejidad, toda posible profundización en las peculiaridades de nuestra condición cultural, mestiza, tropical, occidentalizada pero no occidental. En cambio la tarea será la de aplicar el manto ideológico con toda su jerga y santoral. Demás está decir que el manto dejará siempre extremidades afuera que, tercamente como ahora ocurre, mostrarán su diversidad.
Los valores son instancias de fe y la ideología entra en esta condición: es un valor. Como dije antes se le atribuye a las palabras, a las ideas que ellas evocan, ánima y fuerza generatriz. Y una de las cosas que ella, la ideología habrá de generar, será el cambio social.
Pero lo cambios sociales son mucho más que cambios en las “estructuras económicas”, que es un santón ciertamente importante, son cambios en los valores, incluyendo ese valor que atribuye a las palabras y a las ideas que ellas evoca, fuerza generatriz.
De la negación de sí a la dignidad, del egoísmo a la generosidad, del individualismo a la solidaridad, de la inhibición ante la autoridad omnímoda a la participación, de la mendicidad a la producción, de la espera a la búsqueda, de la dependencia a la emancipación, de la depredación de la naturaleza a la continuidad con ella, de la ignorancia de los otros al cultivo de la diversidad, de la homogeneidad de la belleza al culto de su sorpresa, de la ignorancia del grupo a la necesidad del grupo, de la disciplina como fin a la disciplina como recurso amarrado al propósito. En fin, una larga lista de valores éticos, estéticos, epistémicos, ecológicos, religiosos… que deben cambiar, manifestándose como comportamientos. Mucho más allá de lo que aquí escribo o enuncio, en su maceración hacia un sistema, hacia una nueva cultura y que poco serían determinados por cambios en las estructuras económicas o en las ideologías. Es mucho más compleja y larga la tarea, por lo que hay que mantener la búsqueda abierta.