Es frecuente encontrar, en los numerosos críticos de la educación formal, la acusación de ser homogeneizadora: like bricks in the Wall dice la canción sesentosa.
Ahora el reclamo trasciende lo educativo y tiene que ver con el mundo que emerge y la manera, en general, de percibir a los otros.
Expansiones económicas y culturales, guerras religiosas, segregaciones y exclusiones sociales parecen llegar al mismo tiempo a su culmen y a su agotamiento.
La diversidad es otro valor emergente. Es saber que los otros no son como yo y que, además, los necesito.
El diverso en las escuelas es con frecuencia objeto del buliying, de la violencia multiforme de sus compañeros.
El diverso puede ser gordo, bajito, flaco, despistado, negro, pelirrojo, chino, indio… recluido a estereotipos. Reproduciendo a esa escala lo infiel, lo pecador, lo insurrecto, lo atrasado en las relaciones internacionales… Y el buliying a esta escala puede ser mucho más costoso que la exclusión escolar.
Hoy es difícil hacer bandera del racismo, pero existe. Y la condición de migrante, por la que todos los pueblos de todos los mundos pasaron alguna vez, no deja de ser ultrajante a pesar de eso.
Hay que cultivar la diversidad y con ello el reconocimiento y el respeto al otro, en cada detalle de un salón, de una clase.
Los latinos somos, evidentemente mestizos. Y aun, los más aborígenes, migraron y se fundieron a su tiempo. No podemos ufanarnos de la fatua pureza. Pero no basta con eso.
En el lenguaje, en la literatura y las artes, en textos y enciclopedias se cuelan y a veces sin colarlos, hay mechas y detonantes que en aires propicios desencadenan cosas terribles.
Pero con todo y lo grave que lo anterior resulta, en pedagogía tenemos que preocuparnos además, por lo que nos perdemos o dejamos de ganar al ignorar el disfrute de la diversidad.
La diversidad no sólo atiende a la apariencia, que la es importante y bastante. No es raro que ella venga junto a puntos de vista. A otras maneras del comprender, del conocer, del disfrutar. En esta condición la diversidad resulta de cierta manera en un egoísmo: Yo quiero que lo tuyo sea también mío, y es mejor que negarte porque muerto ya o me sirves.
Con frecuencia es sutil la diversidad en un grupo de niños. Tiempos, estilos, entonaciones, atuendos, modas afloran en la curiosa dialéctica de parecerse a los otros y, a la vez, tener una identidad propia. El trabajo en grupos es propicio para esto.
El cultivo de los valores supone su ejercicio, su práctica continua y además los instrumentos y competencias en las que ellos se realizan. El momento individual en la Interacción Constructiva es, además del ejercicio de la Dignidad, la oportunidad, en cuanto a tiempo y exigencias, para que cada estudiante siga su propio paso, su propio ritmo, su estilo de manejar el problema.
Si a esto se le da curso se descubre que lejos de empobrecer, enriquece y que los inevitables conflictos que trae la diversidad, si se naturalizan, resultaran fructíferos. Crecerá la disciplina de los diálogos y la negociación entre las diversidades. Una profundización en las artes de la comunicación.