LA CULTURA DE LA PARTICIPACIÓN


Arnaldo Esté

9 de marzo de 2012


Ahora no podemos concebir la educación sin la participación del estudiante. Hay que formarlo para ello y eso se logra sólo en la práctica, en el ejercicio de ese valor.

La participación, desde hace siglos y en muchas culturas, ha estado vinculado a la Democracia. Se podría decir que a mas participación mayor Democracia. No obstante no basta el deseo, las proclamas, discursos o enunciados proponiéndola o “permitiéndola”. Al no existir instalado en el conjunto social el valor participar, poco se hace.

Para nuestro caso y para el proyecto pedagógico de Sistema UNO, la formación y los aprendizajes son procesos constructivos que se dan en ambientes de aprendizaje en los que ocurren cosas, que suponen, que requieren la participación, la interacción, la cooperación a propósito de Problemas Pertinentes que lo propician.

Con lo Digital: Internet, las redes sociales, la WEB, los juegos y simulaciones (no los negativos juegos de guerra, destrucción y violencia, por favor) se habla del advenimiento de la Cultura de la Participación. Todo lo que baja por Internet, también puede subir. Mensajes, propuestas, críticas, informaciones bajan y, crecientemente, suben. Creando intensos vínculos y relaciones.

Hay muchas especulaciones y predicciones acerca de los efectos que en las personas, grupos y comunidades estas cosas tendrán- Pienso que aún es temprano para poder colocar Lo Digital en una perspectiva lo suficientemente completa como para poder evaluar sus efectos. Pero sí estoy seguro de que cambiaran sustancialmente nuestra manera de ser y nuestra manera de vivir en sociedad. Las maneras de dirigir, producir y disfrutar es decir, repito, todas las formas de participar.

Siendo así, es necesario, es imprescindible prepararse, y ello implica mucho más que el manejo técnico de las herramientas (hardware y software). Implica la incorporación de todo ello a lo cotidiano, a la vida ordinaria e inmediata, como ya lo son los teléfonos celulares y los lenguajes y códigos que con ellos han llegado.

Pero además, la exigencia y, lo que es más importante, la necesidad de participar, de ser respetado y reconocido. De ser parte evidente de un todo social.

La escuela tiene mucho que ver con todo este proceso. Los sistemas educativos tradicionales tienen que cambiar. No sólo por su ampliamente reconocida y costosa ineficacia, sino porque no suponen esta cultura emergente.

No es fácil este cambio. Son muchas y variadas las resistencias y las incomprensiones. No es sólo cosa de cambios curriculares, con todo lo tortuoso que eso siempre resulta. Son cambios en el quehacer diario de las clases. En la actitud de maestros, directivos, supervisores que imponen clases silenciosas y pasivas en las que se dan lecciones viejas y repetidas que vienen prefabricadas en libros viejos y repetidos.