Si nosotros sacamos de la academia, la causación, se desploman la mayor parte de los procesos de comunicación e investigación universitaria. Cuando se estudia a los críticos en materia de comunicación, observamos que se tiene que tener coherencia, que es inherente a la palabra, a lo que se dice, a lo que se escribe, pero no es inherente a aquello de lo cual se escribe.
La coherencia es un principio de fe que permite enjuiciar los discursos, no los hechos. Sin embargo, cuando una revisa la ciencia se encuentra que la búsqueda de coherencia es inevitable. De allí que los juicios sobre el discurso se transforme en juicios sobre las cosas, venerando la coherencia.
El problema consiste en observar que al establecer un valor o referente, no se necesita una argumentación. Cualquier religioso dice “yo creo en la Santísima Trinidad, porque me da la gana”, exagerando la expresión. Esa frase no pasa por la argumentación, porque está en mí. Así pasa con nosotros y la percepción, que es estética.
Por ejemplo, si digo “este paisaje es bello”, empiezan los críticos del arte, los intérpretes de la imagen a plantearse ¿por qué?, con argumentos de otra naturaleza para explicar, lo que es inexplicable. Ahora, se pueden plantear múltiples interpretaciones. Es una relación entre el cuerpo y la percepción para finalmente decir que algo es bello.
También depende la cultura y de los términos del sector dominante. Lo anterior, nos lleva a la reflexión que la belleza es fabricada, sobre todo por la moda o los modales en la mesa. Es decir, estamos en presencia de la relativización de los valores que es un elemento importante para comprender la diversidad cultural. Además los valores no se dan en culturas aisladas sino en sistemas.
Volviendo a lo religioso, una posición de fe no es argumentable o contra- argumentable. Simplemente está allí y tenderá a permanecer, esconderse o mimetizarse ante una presencia de fuerza, de imperio o dominio. También podría reaparecer tan pronto esa fuerza se esconda o desaparezca. Esto nos explica, el sincretismo.
Ahora, en la presencia de una o dos culturas en contraste, la cultura superior domina a la otra en los terrenos de la fuerza, en las manifestaciones técnicas de poder. Se trata de una asimetría. La cultura débil tiende a mimetizarse o se disfraza. Tal como ocurre, en los sincretismos tropicales en los cuales las deidades católicas, reaparecen con otras virtudes pero con los mismos nombres.
Un valor se esconde detrás de otro, para poder vivir. De allí, que la danza afro – venezolana reapareciera cuando en un tiempo estaba prohibido bailar tambor, pero se aprovechaban de un santo, como excusa para poder hacerlo. Este tipo de manifestaciones siguen ocurriendo.
Traslademos lo anterior, al universo educativo. El niño para poder sobrevivir en la escuela de raigambre occidental, esconde su esencia y en el fondo entra en choque con lo que le están imponiendo. Esa conducta provoca unos desequilibrios éticos fuertes. Por ello, auspiciamos el discurso de la dignidad.
Nosotros consideramos que en materia educativa, lo fundamental es la persona que se percibe, actúa y valora su esencia. Esa persona será capaz de crear. Este debe ser el propósito de la educación. Se debe valorar y reivindicar la materia constitutiva del ser humano y ponerlas en ejercicio activo.
Todo empieza con el maestro, que no maneja los valores occidentales, los ha aprendido y los rebota; produciéndose un torbellino y conflicto. Por eso, nos preocupa cómo lidiar con el choque cultural, en el sentido que la institución nos obliga a proponer un sistema de valores, que no corresponden ni al maestro ni a los niños, porque hay un triángulo de contraposiciones.
La situación con el niño es similar. Para aprobar los exámenes, que son un diseño de valores occidentales, tiene que traducir sus percepciones, sus valores al lenguaje occidental. Esa traducción implica que sus valores están deslegitimados. No puede proponer, cuando lo hace el niño es reprobado.
Esa conducta a veces se muestra explícita con las calificaciones, o implícita con la actitud de la institución, al tiempo que lo empiezan a ver raro. En consecuencia, el niño comienza a sentirse raro. Luego, viene el proceso psicosocial de los síntomas, ¿cuándo empieza? y ¿cuándo termina?. A veces empiezan desde el preescolar, con los cuentos del “Patito Feo”.
Estas abstracciones conceptuales, son reflexiones que hemos observado y que siguen siendo graves en el panorama educativo venezolano. Los cambios sociales de los que se están hablando en el país, pueden ser efecto de un voluntarismo que generalmente tiene el promotor social, el maestro o el sacerdote. Se cree que llevando una palabra, va a cambiar todo. Sin entender que los cambios sociales implican cambios de valores. No se ha comprendido que los valores están profundamente arraigados en la persona.
No es una prédica, un sermón o castigo lo que va a inducir el cambio social. Eso puede inducir como un elemento de fuerza propagandística, pero no tiene efecto sin un proceso de construcción social dentro del cual uno, no pasa de ser un intranquilizador, que mueve a la gente a que reflexione y a repensarse.
En la calle hay angustia por el crimen, la descomposición social y nos preguntan ¿cómo educamos en valores?. Uno quisiera poder escribir libros de texto sobre ese tema. Si se rediseñara lo programático, se tendría que hacer un listado de valores sumado a la práctica de la fe.
Por supuesto, la mayor parte de los instrumentos que los maestros utilizamos para imponer nuestras verdades, no sirven. Entre otras cosas, porque la construcción social implica la participación de todos los actores. De lo contrario, las estrategias serán falsas. Hay que entender la construcción social de un valor que supone la participación consciente, pero supone otras maneras que no son las explícitas.
De hecho, podemos tener una persona muy silenciosa que puede estar participando activamente. Son personas que se fijan en los detalles, son más elocuentes que los habladores. Hay que identificar distintos tipos de personas y su cotidianidad en la práctica social. Todo este proceso es complejo.
La experiencia en las escuelas cuando impulsamos los procesos de cambio, vemos que se avanza muy poco. Yo creo que hemos avanzado, en la discusión del tema. Otra es que los maestros empiezan a darse cuenta que por muchos años, han estado equivocados. Uno pareciera que desestimara esa conciencia autocrítica.
Debemos cambiar la visión y preguntarnos: ¿cómo estamos fallando en la educación?. Esa sería la pregunta que nos deberíamos plantear, en especial debería formularla un Ministro de Educación. Sin embargo, Antonio Luis Cárdenas, quien se atrevió a plantearla dijo que “la educación es un fraude”. No sólo basta con decirlo, sino plantearse cómo y en qué es un fraude. Ese tema genera fuertes polémicas pero hay que provocarlas.
La política debería abrir otros espacios de conciencia a esta gravísima situación. También se debe entender que cambiar la situación es un proceso. No tiene que estar amarrado a períodos electorales o a misiones. Sin hacer juicio, sobre las misiones pues en algunas de ellas, hay elementos interesantes. El problema es más complejo y a largo plazo, exige un compromiso más profundo. El tema debe considerarse desde un proceso de construcción social de un país.
Pese a todo, hay mayores visos de organización y de acercamiento a los valores espirituales y los materiales. Se debe cambiar la noción de organización, para no seguir dependientes de la caridad política. La idea es reunirse para resolver problemas en conjunto. De allí que sean importantes, las unidades de producción agrícola, artesanales, artísticas, de reflexión histórica. Todo eso importante.
Les recomiendo que todo trabajo que vayamos a realizar, se debe dejar un registro. Hay que escribir, tomar fotos, recopilar lo que hemos trabajado. Luego, en ambientes como éstos, reflexionar sobre lo que hicimos y atrevernos a pensar en las teorías. No podemos repetir los caminos errados. No es malo errar la primera vez, la segunda sería malo y la tercera sería imperdonable.
Ahora es momento de preguntarnos ¿qué entendemos como cultura?, ¿cómo lidiar en los ámbitos educativos con la diversidad cultural?, ¿cómo se comprende y cómo se trata?. Debemos entender que una cultura es un conjunto de valores en sistema, que no se puede fragmentar. Hay sinergia inevitable entre ellos y no se puede definir un valor sin relacionarlo con el sistema al que está integrado.
Uno puede hacer esfuerzos académicos pero verbalizar un acto de fe, es difícil. Es decir, ponemos a un religioso en graves dificultades si yo le pregunto ¿qué es la Santidad?. Se va a complicar en la respuesta. No es porque no entienda lo que es Santidad, sino porque esa distancia de palabra es muy difícil ponerla en el lenguaje. La palabra siempre indica una reducción. Claro, cuando empezamos a leer las teorías religiosas uno se da cuenta que se empiezan a verbalizar y se introducen en un discurso académico donde no puede haber contradicción.
Y nos volvemos a preguntar ¿cómo se explican las instancias de fe sin contradicciones?. Entonces, te vas por la poesía que es lo que hacemos los Filósofos, que también aprendemos a decir mentiras, sin que parezca. En la poesía cada palabra está comandada por las metáforas. Las palabras crecen con el contenido metafórico.
Volviendo a los conceptos, una cultura consolidada es un sistema de valores dentro de un sistema. No puede ser discernible, incomprensible uno aparte del otro. De igual manera, una cultura está soportada por ese sistema. Es el sistema lo que hace que esa cultura se soporte. Ese sistema tiene un carácter fideico no argumental. Sólo existe y es muy difícil de verbalizar.
Para efectos cotidianos ese sistema de valores tiene una carga ética y cohesionadora. Es decir, sin ese sistema no existe juego social. Estaríamos incomunicados. No pudiéramos entendernos. Los significados existen porque detrás están los valores y lo respaldan. De allí surge algo más importante que es el sentido.
En resumen, una cultura podemos definirla como valores en sistema que no pueden ser separados. Se complementan y no pueden ser explicados aisladamente. A veces, incomunicables, pero se hace el esfuerzo académico por transmitir la idea y disertar sobre la materia, apelando a la abstracción.
Una cultura es como una nebulosa interestelar, abstracta. Sus componentes (valores) son borrosos, con una densidad variable que manejamos. Si nos aproximamos a una cultura, no podemos circunscribirla a linderos conceptuales o geográficos. Ni podemos – como pretenden los historiadores – ubicar su centro.
Sólo podemos decir que hay diversas identidades, que coinciden con grupos humanos. Esta manera de comprender la cultura, es difícil de asumirla desde la antropología positiva, que trata de definir todo y lo que no se puede conceptualizar, no existe. No podemos obviar que tenemos diferencias culturales y la imposibilidad que se nos crea para expresarlo.
Sin embargo, uno trata de simbolizar las diferencias culturales al buscar una estética, que arme una simbología expresa. Es decir, que tales sonidos, colores, movimientos, se asocien a una determinada cultura. De allí que los artistas expresan la sustancia representativa. Por eso, los artistas son importantes en todas las culturas. Por eso hay que cuidarlos y adorarlos. Ellos dan forma a la cultura y resumen esas nebulosidades.
En trazos, composiciones, colores, sonidos forman símbolos culturales. Para quienes no forman parte de esa cultura, pueden ser intrascendentes o pueden tener un valor científico o de recopilador museístico, que le agrega a ese símbolo otras realidades distintas a la que tiene el participante de esa cultura. Pero, si es un integrante de esa cultura se acerca con sus valores y punto de fe.
Entonces, no va a poder explicar por qué le producen determinadas reacciones, algunos acontecimientos. Ahora, debemos estar pendientes que el mundo actual ve la diversidad cultural, como insurgencia. Es decir, se avecinan graves períodos de crisis en los encuentros interculturales. Lo cierto es que al trastocar la cultura fideica se puede generar inseguridad y desestabilización. Las culturas pueden tener talones de Aquiles, que al tocar algunos valores se resquebrajan y todo se puede derrumbar.
También lo observamos en el desplazamiento campo – ciudad. Cuando los campesinos llegan se encuentran con una serie de valores occidentales, de eso que llaman ciudadanía. Todo aquello es un sistema de valores. El campesino que entra allí se consigue una jungla, no lo entiende y trata de sobrevivir. Otros se alcoholizan o se drogan. Mientras que otro grupo insurge con manifestaciones culturales emergentes.
El caso de los vendedores informales, debe estudiarse como una cultura informal de otros rasgos que están emergiendo. Insisto en la idea: tocar los sistemas de valores es delicado y puede perturbar a la cultura, hasta provocar su derrumbe. Y aquí viene la dificultad que tiene un cambio educativo, ya que se presentan muchos valores, procedimientos y saberes que intervienen en los hechos educativos.
El maestro actúa en un sistema valorativo. Por ejemplo, cree que dando clases transmite verdades y saberes. Y sabemos por la práctica que el conocimiento no es transmisible. Además cree, con absoluta fe que es así. Se trata de otra pedagogía. En nuestras escuelas, también se canta y se baila. Es cuestión de hacerlo.