EDUCACION PARA LA CIUDAD

Arnaldo Esté

tebasucv@cantv.net

Septiembre de 2000


Concebimos la ciudad como un sistema humano de alta complejidad. Es una manera de vivir el hombre que se acumula, estructura y organiza generando progresivamente una vasta red de relaciones, símbolos y creencias que podemos llamar sistema o cultura.

Etica es el corpus de esas relaciones, es lo que hace y permite que ese sistema, que esa cultura se conserve cohesionado como tal. De tal manera que cuando hablamos de crisis o ruptura ética nos referimos a la inexistencia, perdida o extravío de los valores o referentes que le dan cohesión y sentido a ese sistema a ese conjunto, a esa cultura. Valores o referentes que permiten identificar al otro y sus acciones como integrante del mismo conjunto y que, por lo tanto, le exigen consecuencia con esos valores y referentes para la preservación y prolongación de la vida de ese conjunto, de la ciudad, para este caso.

De allí que podamos afirmar que para esta ciudad el problema fundamental que hay que atender es de orden ético. Atiende a la necesidad de integrar y conservar a la ciudad como un conjunto correspondiente y cohesionado donde sus integrantes se sientan integrantes legítimos, en condiciones de exigir y ser exigidos, de respetar y ser respetados.

Por condiciones que no es oportuno exponer ahora, Caracas no tiene las condiciones básicas para que se le pueda concebir como sistema adecuado para la vida humana. Participación de un País sin proyecto, migraciones violentas y continuas, cursos de producción económica y cultural espasmódicos e impropios, grave ilegitimidad marca el vivir y el actuar: en la propiedad de la tierra y la vivienda, en la constitución de las familias y el reconocimiento de filiaciones, en las maneras del trabajo y el comercio.

Buena parte de los habitantes viven en casa y tierra ocupada, constituyen familias no nucleares con hijos “naturales”, trabajan en la economía “informal” y aprenden y se educan “en la vida”. Un mundo ilegitimo, que no por tal es ilusorio o ajeno.

Hay, entonces, que legitimar la ciudad y sus habitantes. Con una acción diferente a la acción civilizadora y “reductora” de los conquistadores que suponía la negación del indio para aceptarlo. Legitimar aquí significa el reconocimiento de realidades culturales, sociales y económicas a partir de las cuales hay que sistematizar las pautas de esa legitimación, mucho más que tratar de llevar la ciudad a un arquetipo de ciudad occidental.

Así, debe establecerse la propiedad legal sobre el rancho y la tierra que ocupa, la identidad y documentación de todo niño independientemente de su origen o cuadro familiar, el estatuto familiar sin limitaciones por su peculiaridad, el reconocimiento social y económico de las muchas maneras de trabajar, producir y comerciar con las limitaciones que la moral y el derecho ajeno obligan. La acreditación y reconocimiento de las muchas maneras que se han tenido y que, ahora crecientemente, se tienen de aprender.

Esta legitimación y reconocimiento del otro es recurso sólido para disminuir tensiones y abrir vías. Para el establecimiento de una base común que comprometa y constituya a todos los como ciudadanos, con el deber comprometido para construirla, conservarla y mejorarla como cosa propia y de todos.

Desde conceptos como estos proponemos un proyecto educativo para la ciudad que se concentraría en cuatro propósitos que por su condición tienen carácter desencadenante de otros procesos y a los cuales convergerían los diferentes cursos de acción social: la salud, el deporte y la recreación, la seguridad, la preservación del ámbito ecológico.

LA DIGNIFICACIÓN DE LA PERSONA.

País de pocos empresarios, de poca originalidad, de mucha copia, repetición y sin Proyecto, el venezolano no se percibe como sujeto de su propia realización, de su propio curso. Historia, gobiernos, petróleo y desventura lo han educado para la espera y la contemplación. Quiere leer en cualquier discurso una promesa y una dádiva. Con un hombre así poco se puede hacer y construir. Ninguna diseño económico, ningún proyecto político que deje de lado este requisito ético tendría futuro.

La solidez ética de la persona, su calidad de sujeto para comprender, aprender y emprender es el punto de partida imprescindible, y es allí donde está nuestra mayor carencia.

Dignificar al venezolano es llevarlo a esa condición de sujeto valido para proyectos y empresas. Y esto tiene que ver con el trato que se le de en la calle, en la familia y en la escuela, en ambientes gratos y sanos, con servicios que funcionen, cuando se le respeta y obliga a participar, cuando se le dan derechos y se le exigen deberes y cuando ese ejercicio es evaluado, reconocido y calificado.

LA COHESIÓN SOCIAL Y COMUNITARIA.

Como hemos ya mencionado es cosa distintiva de nuestra historia las migraciones y los batidos sociales. El último desplazamiento presionado por la ilusión petrolera y una magra y superficial industrialización, llevó la concentración urbana de un 25% a poco mas de un 92% en los últimos 60 años. Un violento proceso que se traduce en desarraigos, extravío de valores y referentes y severa desintegración social.

Este cuadro genera otra condición ética, la inexistencia de comunidades cohesionadas y estructuradas que puedan asumir, como sujetos colectivos, las imprescindibles tareas del funcionamiento social. En esa condición todo, nuevamente, se espera del gobierno.

Activar las fuerzas constructivas y productivas de la sociedad pasa por la cohesión y estructuración de sus comunidades y esto es una acción con alta carga educativa.

LA PERTINENCIA DE LOS APRENDIZAJES.

La acción educativa se distingue de la simple socialización por su intencionalidad. El educador, padre, gobernante, comunicador o maestro tiene la intención de generar ciertas actitudes, comprensiones o comportamientos. No siempre esas pretensiones educativas coinciden con los intereses y cualidades del educando, de su comunidad o de su país. Es lo que llamamos falta de pertinencia de un aprendizaje propuesto.

Darle pertinencia a los aprendizajes supone, por lo contrario, que se propongan aquellos que, por una parte tengan que ver con las cualidades, con el acervo del que aprende, que estén en continuidad con lo que el ya tiene, de manera que puedan ser comprendidos y construidos por él mismo. Por otra parte deben corresponder a las necesidades personales y sociales, para la producción económica y cultural de su comunidad y del País.

LA INTERACCIÓN CONSTRUCTIVA.

La manera de aprender tiene que ver tanto con el reforzamiento de la calidad ética de quien aprende como con la profundidad y propiedad de lo aprendido.

Un aprendizaje superficial, mas parecido a un entrenamiento que a una formación, resulta poco válido para su empleo flexible o adaptativo a las diferentes circunstancias del desempeño social o productivo.

Hablamos entonces de unas practicas pedagógicas que obliguen la participación, la interacción social, el ejercicio profundo de la democracia como inmediatez y cotidianidad.

Llamamos interacción constructiva a una forma de educación y aprendizaje que implica al juego social y participativo, a la comunicación y juego grupal, es decir, a la concepción del aprendizaje como un proceso constructivo que se ejerce desde esa participación problematizada y en juego social.

EL AMBIENTE Y LOS INSTRUMENTOS DE CAMBIO

A los anteriores propósitos se agregan condiciones instrumentales: ambiente de cambio y organización promotora del cambio.

Los cuatro propósitos enunciados serían irrealizables sino están acompañados de un ambiente y voluntad política y de opinión que incorpore a todos los actores sociales de manera que se logre una gran presión social y un gran apoyo económico y funcional a los principales ejecutores del proceso de cambio y gestión educativa.

De igual manera, el proceso de inicio, la ruptura de las inercias que resisten el cambio, el mantenimiento a largo plazo de las acciones de cambio y su seguimiento y evaluación tienen que ser realizadas por una organización e instrumentos de la mejor calidad y formación.

A todo lo anterior hay que anteponer nociones previas básicas. Una, los efectos de una acción educativa y, más aun, de su cambio no son perceptibles a corto plazo. Esa condición no hace la educación atractiva al discurso político que requiere habitualmente de cosas brillantes y de gran apariencia que sacien el dragón electoral. Es común oír hablar de educación, pero es escasa la disposición a aceptarle en su gran complejidad y en su alta necesidad de inversión.

Otro, el Servicio Autónomo de Educación Distrital (SAED) tiene graves problemas de presupuesto, gremios y personal. Eso debe ser atendido y saneado para poderse centrar en la complejidad, en la alta y difícil complejidad, insistimos, de un proyecto educativo.

El proyecto educativo al que hacemos referencia está en proceso de elaboración y es consecuente con una detallada evaluación que ahora se hace del SAED. Esperamos tenerlo elaborado en todos sus detalles para fines del mes de noviembre próximo.