Los bordes de las culturas siempre han generado fusiones. Una simbiogénesis.
La calidad mayor de las culturas no se da en su plenitud sino cuando ellas se expanden de tal manera que generan uno bordes turbios de mestizaje, de hibridación, de fusión. Es el curso necesario e inevitable de las simbiogénesis.
Así ocurrió con Roma y así ocurre ahora con Occidente.
Esos no han sido procesos fáciles ni pacíficos. Las más de las veces la expansión ha sido violenta y la resistencia y rebelión también.
Ahora la guerra explícita parece estar pasando de moda. Las que hay ahora (Palestina, Syria, Afganistán…) no son comparables en costos y violencias con Viet Nam, Korea, Irak.
Emerge una diversidad que habla lenguajes mestizos, fusiones no solo en la música (donde su condición de lenguaje implícito la hace poco violenta) pero está en las ares, el comercio, la economía y sobre todo en la política: China, India, Brasil emergen en un curso que en el lenguaje fácil de la prensa lo llama pragmatismo o dejarse de ideologías. En realidad, las ideologías entran en la danza, pero lo que ocurre es cultural, lo toma todo.
Es la occidentalización de los negros o el ennegrecimiento de Occidente.
¿Se ennegrecen los deportes, el futbol…?
El marxismo, un intoxicador occidental, durante cien años castró la fertilidad de las resistencias culturales al reducirlas a su racionalidad lineal, reduciendo la diversidad a un conducto único.
Ahora la resistencia toma lo mejor de dos mundos y se torna más rica que la matriz occidental.
Occidente, mientras tanto, horrorizado cada vez más por la violencia y la muerte, prefiere disfrutar de la fusión y la revitalización que ella les trae.